El mundo en mis manos

Nuestra filosofía de vida, a través de este hermoso texto

La vida es un instante que pasa y no vuelve. Comienza con un fresco amanecer; y como un atardecer sereno se nos va. De nosotros depende que el sol de nuestra vida, cuando se despida del cielo llamado “historia”, coloree con hermosos colores su despedida. Colores que sean los recuerdos bonitos que guarden de nosotros las personas que vivieron a nuestro lado.

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Nuestro aniversario de boda: El más feliz lo hemos celebrado con Rafa en Bogotá

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martes, 1 de marzo de 2011

chal Ishbel y ovillos mariposa




He acabado esta preciosidad de mini chal con la lana que me ha regalado mi amiga Malena. Es malabrigo lace, una lana delicada de merino que es un gustazo.

Aquí lo tenéis antes de bloquearlo







He comprado una colchoneta de puzzle, por fin, para poder así bloquearlo, o sea, darle forma. Véis aquí los calados











El chal en el puzzle, con el color más oscuro, al estar mojado









Los calados bien estirados











Descubrí que podía poner el puzzle en pie, bien sujeto a la ventana por algo tan poco chic como cello.














De esta manera, le pegaba el sol y así se ha quedado seco enseguida








Mi dragoncita destacaba sobre el chal

















Una vez seco, lo he trasladado a otro sitio, y tenía una luz tan bonita, que he sacado otra foto













Después de rematar los hilos, éste es el resultado.

























Una toquillita, a medio camino entre un chal-cuello y un chal grande












En el sofá con mis útiles de trabajo (el mando de la tele da la medida del chal)















Como véis, el chal hace aguas, y el color es muy favorecedor



















Me encanta el resultado, y el tacto es fantástico



















Es un chal finito, que da un poco de calor, pero básicamente es para decorar, para hacer bonito.








Y ahora os presento mis malabrigo lace mariposa, que he comprado a mi amiga Susi del blog En punto y Alma.









Voy a hacer con estos tres preciosos ovillos una chaqueta, una vez que acabe la capa.


Y esto ha sido mi labor mañanera.
Ahora me toca seguir currando.

Hasta otra entrada

cielos Febrero: dedicado a mi madre

Ya ha pasado Febrero y como siempre, ha sido un mes muy loco meteorológicamente hablando. Un poco de todo, para que no nos aburramos, vamos.

En este mes, ayer, fue el día en que mi madre fue a reunirse con su Creador. Soy muy mala para las fechas, pero estuve leyendo un diario (yo antes escribía diarios) y vi justo lo que escribí cuando mi madre murió.

Mi madre murió de E.L.A (esclerosis lateral amiotrófica), una enfermedad en la que la gente no vive mucho. Es una degeneración de la musculatura progresiva, pero el cerebro del enfermo sigue en perfecto estado.

Yo sé que a mi madre le habría encantado Valencia: llena de sol, de música, de arte. Sé que le habría entusiasmado acompañarnos a ver Fallas. Que habría venido a ver los conciertos de la Banda de Faura en la Canaleta, y que, seguro, se habría apuntado a los bailes folklóricos.
Mi madre era la alegría y la vitalidad personificada.

Aparte, mi madre era guapísima, con un tipazo que quitaba el hipo. Ligaba sin darse cuenta, conservando ese aire ingenuo tipo Marilin











Su enfermedad y muerte me sirvieron para conocer mis capacidades de adaptación a las nuevas circunstancias, por muy duras que éstas sean.

Se dice que Dios no manda nada que no podamos soportar. Y es muy cierto. El ser humano es adaptable y ahí radica la clave de su supervivencia.










También con mi madre, aprendí lo que es tener fe en Dios: aceptar todo lo que te venga, no sólo lo bueno. No lo entiendo (no entiendo tantas cosas...) pero creo que Dios es bueno y no va hacernos daño. Por lo tanto, lo acepto.



Mi madre, que tenía el punto ese de descerebrada, de locuela, con el pelín de complejo de Peter Pan (siempre joven), esa manera de ser diferente, con personalidad. Y que su despiste hacía que aún fuera más atractiva

Pues bueno, amatxo. Te dedico esta entrada. Tú te has llevado al cielo tu maquilaje, tus cremas y tus verduritas. No vas a estar gorda en el cielo, que si no, no luces tanto. ¡Ah! y los tacones que no falten.






Así, cuando bailes Los Panchos, al taconear, podré sentirlo desde aquí, cuando haya estas mañanas límpidas, donde se escucha el silencio.

Este pueblo, Faura, este sito maravilloso, Valencia, donde tú hubieras sido muy feliz. Pero como sé que me estás  mirando desde el cielo, no estoy triste. Un poco melancólica, quizá. Pero se me pasa pronto











¡Mira, amatxo!, la luna de Valencia. En esta tú y yo también nos perdíamos



Estos son los cielos de Febrero. Ya empiezan las Fallas