Pues si, aunque haya hecho poquísimo frío, apenas haya llovido y las plantas hayan estado destarifadas, por fin ha llegado la primavera. La primavera que la sangre altera y la hora cambia.
A mi el horario de verano me gusta mucho. Veo unos amaneceres desde mi balcón preciosos, dignos de cualquier postal. El sol emerge desde el mar y su color va variando. Muy bonito. Las tardes son eternas, puedo ir al parque con mi hijo y
disfrutar
Las plantas, y los que me conocéis sabéis que casi todas mis plantas son cactus y suculentas (tengo una drácena, una yuca y una no se qué que acaba en inia, que no son cactus) empiezan a sacar sus brotes.
Todo muy primaveral y romántico, mucho.
Pero el cambio de hora, también trae muchos quebraderos de cabeza. Te levantas medio sopa, no tienes ganas de comer cuando toca y por la noche estás despierto como un buho a las doce de la noche. Y esto dura unos cuantos días, fastidiando de lo lindo.
Y lo más temido, que coincide con estas fechas....la astenia. Ya sabéis que hay dos tipos de astenia, que coinciden con el cambio de ciclo climático: astenia primaveral y astenia otoñal. . Tiene que ver con la cantidad de luz que percibe el cerebro a través de la glándula pineal. Y ocurre, que cuando
hay cambios bruscos de luz, se vuelve tarumba. Y ¿qué tenemos? Una astenia. Una astenia es como una depresión. Una de pronto, nota que le cuesta trabajo caminar, que le pesan las piernas. Y piensas ¡esto es que me va a venir la gripe! y te pones toda nerviosa (yo soy bastante neuras), y voy al médico, mientras me sorbo alguna lagrimita. Y el médico, irremediablemente, me dice ¡Uy, esto es la astenia! Y yo me enfado con mi cerebro y digo: me niego a que este puñetero me fastidie el día. Y ala, a no parar quieta. Que se fastidie.
Lo malo es que nunca espabilo y no detecto la tontería. A ver si este año, no voy al médico por una astenia incordiosa.
En fin, que ya llega la primavera, que tenemos enseguida la Semana Santa y que rezo por que no llueva.