El mundo en mis manos

Nuestra filosofía de vida, a través de este hermoso texto

La vida es un instante que pasa y no vuelve. Comienza con un fresco amanecer; y como un atardecer sereno se nos va. De nosotros depende que el sol de nuestra vida, cuando se despida del cielo llamado “historia”, coloree con hermosos colores su despedida. Colores que sean los recuerdos bonitos que guarden de nosotros las personas que vivieron a nuestro lado.

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Nuestro aniversario de boda: El más feliz lo hemos celebrado con Rafa en Bogotá

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sábado, 19 de mayo de 2012

Cuarto aniversario del primer encuentro con Rafa

Pues si: continuando con la anterior entrada, sigo nuestra historia.
Nos levantamos, nos duchamos, y nos pusimos la misma ropa que el día anterior (lo de la ropa íntima nos dio bastante reparo, pero no había otra).

Nos encontramos con la otra pareja. Yo llevaba un dolor de cabeza inmenso, cosa que me pasa siempre que no duermo bien. Como me había traído antalgines de España, hice buen uso de ellos.

Desayunamos y nos fuimos al Dorado, a coger el avión que nos llevaría a Villavicencio. Hubo tiempo de sobra,  y así nos fuimos conociendo.
Como Raquel y Antonio llevaban demasiado equipaje de mano, lo repartimos con nosotros y listo.

Fuimos a la pista, subimos la escalerilla de un avión pequeñito y estrecho. ¡Ya nos íbamos! Traqueteo por la pista, y ya estábamos en el aire. El avión se movía mucho y eso parecía la montaña rusa. No tardamos en llegar a Villavicencio

(Villavo, como llaman los colombianos, para abreviar) y entonces la montaña rusa se hizo aún más patente. Descubrí, entre el estruendo de los motores, para qué servían los cinturones. En mitad de un picado, oigo a Raquel que dice: ¡Aquí sí que se nota que vamos en avión!. Obvio, nada que ver con los airbuses, que ni parece que vuelas ni nada.

Yo había visto la pista de aterrizaje en el Google Earth y había pensado que, o frenaba, o nos ibamos al monte. Una pista tipo llavero, cortita. Pero el piloto, lo hizo de cine, y unos cuantos traqueteos por la pista y ya estábamos.

Según salimos por la puerta, nos inundó un calor pegajoso y húmedo que nos cortó la respiración. Nos estaban esperando los taxistas, que se convirtieron, durante toda la estancia en Villavo en nuestros cicerones y chóferes particulares.

Llegamos a Don Lolo, el hotel donde nos hospedaríamos. Ya era hora de comer, y la abogada no aparecía. Estábamos tan tranquilos comiendo y charlando y en una de estas Raquel dice: Estamos aquí tan plácidamente, y en una hora vosotros tendréis vuestro hijo y en dos horas, nosotros el nuestro. Y entonces, fue cuando comenzaron los nervios.

Un poco más tarde, llegó la abogada y nos fuimos a un centro comercial a comprar chuches para la fiesta de bienvenida. Decidimos hacer la fiesta conjunta con la otra pareja y también decidimos que unos fuéramos fotógrafos de otros.

Llegamos al ICBF, una casa colonial con un jardín. En el jardín, vi un niño con camiseta amarilla. Mi marido le oyó hablar y que le decían:  Ya llegan los papitos.
Nuestra abogada, Nubia, se puso nerviosa y dijo que no miráramos que luego le echaban la bronca a ella (cosas extrañas, pero es lo que había). Subimos unas escaleras, llegamos a un pasillo con suelo de terrazo, y pasamos a una habitación decorada con globitos y llena de juguetes.

Poco más tarde, apareció Rafa, con cara de susto (parecida a la nuestra, imagino), y con un muñeco de regalo para nosotros. Nosotros le habíamos regalado una vaquita y le habíamos llevado unos cuentos para pintar, regalo de su prima Angela y un coche azul. A pesar de su timidez inicial, su curiosidad y sociabilidad, pudieron con todo. Y enseguida se hizo, sobretodo a Juan.  Miraba todo y le decía a Antonio: Déjeme mirá (las fotos de la cámara).

Yo me puse a hablar con el psicólogo, que nos dio un manuscrito precioso, donde decía las costumbres de Rafa y cómo era. También nos dieron las fotos que le habíamos mandado de la familia, que estaban arrugadísimas de tanto verlas. Y un Cd con las fotos de Rafa (que pensamos convertirlo en album Hoffman, cuando haya chavos).

Hacía calor, mucho calor. En una de estas, le doy un empellón a un vaso de plástico de café y me lo tiro por encima del pantalón. Para asombro del psicólogo, abro la cremallera del pantalón y me quito la parte de debajo del mismo, dejando un pantalón largo convertido en pantalón corto tipo safari.  Menos serio pero más cómodo.

Sacamos muchas fotos, y llegó el otro niño, David, y nos emocionamos mucho todos.

Luego llegó la fiesta, con globos y tarta y se pasó el tiempo, y fue hora de irnos. Nos fuimos los 6 convertidos en papás novatos. Recuerdo que Rafa quería llevarse un balón, pero le hice cambiar de opinión. Salimos por el pasillo, que daba a un patio interior lleno de vegetación.

Afuera, nos estaban esperando los taxistas, y alguno soltó una lagrimita de emoción..

Del hotel nos fuimos al Carrefour a aprovisionarnos de ropa, de calzado para Rafa y alguna cosa más

No dio tiempo para mucho más. Llegamos a la habitación, le enseñamos a Rafa las cosas que le habíamos traído. El niño estuvo muy tranquilo. Cenamos y a la hora de dormir, apenas protestó. Dijo: esta no es mi camita, y se quedó dormido. El otro niño, al ser más pequeño dio ´mas problemas.
Rafa el único problema que dio ( y sigue igual) es que se movía mucho y acababa durmiendo en el suelo. Esa misma noche juntamos las camas y pusimos un tope en los pies y así solucionamos el problema

Ya éramos papis. Una tarea que dura toda la vida. Mi niño ya no es tan niño y ha crecido mucho. Pero siempre recordaré ese día en que nos conocimos y fuimos para siempre sus papis