Este domingo pasado fue la Fira de Benavites, a la única que voy a ir.
Voy por varias razones: me divierto infinito, como paella, estoy con amigos, y de paso, vendo algo, que es lo de menos.
Esta era mi paradeta, con su árbol de Navidad y todo (Vi que en Leroy Merlín ya había llegado la Navidad y yo también quise darle el toque navideño en Octubre)
Luego vino la paella con nuestros amigos Juanjo y Antonia. Antonia es la que nos provee de perfumes y es una persona encantadora.
Juanjo es muy divertido y siempre está gastando bromas
Había, entrantes, paella, dulces, bebida y café, por 10 euritos. Y se podía repetir paella.
Juan repitió 3 veces y yo, en menos cantidad, 2
Con el excelentísimo diputado y alcalde de Benavites Don Carlos Gil, llamado popularmente Carlos. Pero yo bromeaba con él, llamándole excelentísimo.
Es amigo de Juan de tiempos pasados. Este año nos ha faltado el tercero en discordia: Ramón. Supongo que estará trabajando
La torre de Benavites lucía así de chula con las dos banderas. Faltaba la europea, pero no hay sitio
Autofoto de matrimonio indisoluble, con el agua y el aceite.
Cascaba rasca y por eso llevamos polares. El mío es rosa tan claro, que parece blanco.
Estas son las escaleras que van hacia abajo, y que jamás he bajado ni quiero bajar. Estas escaleras tipo quesito me dan pánico. Sé que debajo del todo hay un pozo
El piso primero, por donde se entra, con sus ventanas, claraboyas o aspilleras (póngase el nombre que se quiera)
Aquí la puerta del foso
Dos buenos amigos. Ya hemos quedado para un día irnos a comer a algún sitio.
Igual uso el dinero que me he ganado en la Feria para tal uso, que pegarse un homenaje de cuando en cuando, a nadie le hace daño.
Por cierto, que sólo estuve medio día. Y cuando me iba, me ofrecieron un plato de paella hasta los bordes. Ideal, para Rafa, que se lo llevó al curro y tan contento.
¿Por qué me fui tan pronto? Porque mi coral cantaba la primera misa del párroco nuevo de esta zona. Y eso no es moco de pavo. La iglesia a rebosar, y la coral con los nervios de punta. Salió de lujo y la gente contenta. Luego se supone que había picadeta fuera. Pero...se puso a llover y fuimos al Celler. No cabía una aguja. Y yo que soy pezqueñita, pues me agobiaba mucho. Me tomé un kas de limón, saludé al nuevo párroco Joaquín, y me dirigí fuera. Me encontré a Jean Claude y a Amable, los curas de Burundi, a los que también saludé. Les comenté que ellos eran altos y yo pequeña y que la multitud me agobiaba. Se despidió Amable con un Bona nit.
Pues Bona nit, hasta otra