El mundo en mis manos

Nuestra filosofía de vida, a través de este hermoso texto

La vida es un instante que pasa y no vuelve. Comienza con un fresco amanecer; y como un atardecer sereno se nos va. De nosotros depende que el sol de nuestra vida, cuando se despida del cielo llamado “historia”, coloree con hermosos colores su despedida. Colores que sean los recuerdos bonitos que guarden de nosotros las personas que vivieron a nuestro lado.

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martes, 14 de octubre de 2008

Liberación de las mujeres

Ayer estábamos en el Mercadona, y justo ese super está en el barrio de una amiga. 
 Y comentamos el asunto de esa famosa liberación de las mujeres. En el caso de esta amiga, no quiso entrar en el negocio, porque su marido no quería, y la escusa es:..."ahora que estamos bien..." 


  Estupendo, para que el marido no se enfade, la mujer tiene que decir amén. Esto pasaba con mi padre y mi madre y me reventaba un montón. 

Mi padre tenía muy mal carácter y por cualquier cosa montaba bronca. Mi madre, claro, para evitar que mi padre se enfadara, decía a todo amén y aquí paz y después gloria.

La liberación de la mujer es un tema con el que nos llenamos la boca pero que en realidad, en muchos casos es agua de borrajas. 

  Normalmente se asocia que la mujer trabaje fuera de casa a la liberación. Pero el caso, es que la mujer trabaja fuera, llega a casa y sigue trabajando. 

Menuda liberación tener doble trabajo. Hay mucho señorito que piensa que el trabajo casero es para las mujeres. Debemos de llevar algo en los genes, más bien un trapo de limpiar por lo que se ve. 

Se escudan en que ellos hacen tareas pesadas. ¡Vamos, como si tuvieran que subir todos los días la bombona de butano a hombros! 

Y, claro, ellos son los que arreglan enchufes y hacen bricolaje, que es algo que se hace cotidianamente, todo el mundo lo sabe. 

Eso sí, a la hora de coger el aspirador....eso ya no. Les entra encogimiento de brazo. 

  Y aparte, están los moros. De estos que no consienten que su mujer gane más que ellos, y que la prefieren en casita y con la pata quebrada, que se decía antes. 

Y por supuesto, como reyes de la casa, su palabra es ley, y nadie tiene que perturbarles, faltaría más. Ellos son los más listos, los más sabios los más de los más. Y la mujer pues es una especie de apéndice que da de cuando en cuando conversación y vasallaje. 

Porque ¡ay si la mujer se le ocurre llevarle la contraria! El niño se enfada, y claro, eso es un pecado muy grande. Que la mujer se enfade, da igual, ya se sabe, las mujeres.

Hay mujeres muy tontas que no se atreven a plantarles cara a sus maridos, en bien de la armonía familiar. Y claro, dejan de tener vida propia, porque la subordinan a los caprichos de su marido, o mejor dicho, su señor. 

  Yo sería incapaz de aguantarlo. De hecho, mi matrimonio no es así. A mi señor marido no se le ha dislocado un brazo por poner la lavadora, pasar el aspirador o fregar.

 Eso sí, la herencia materna le impide coser, planchar o cocinar. 

Y la verdad, es que no tengo ganas de enseñar. Ya se ocupa de las otras cosas.

A mi suegra, no le ha hecho cochina gracia y ya me comentó que le tenía yo achantado. Vamos, que bailaba al son que yo tocaba. 

Pero bueno, como después de explayarse a gusto mi suegra, y llamarme de todo menos bonita, luego no le hablé hasta que me pidió perdón (3 meses tardó) pues ahora si lo piensa, se lo calla.

 Que yo también pienso muchas cosas. Me estoy saliendo del tema. 

Pero también es cierto que las más machistas somos las mujeres. 

Llega una fiesta y los hombres se ponen con su copa (y su cigarro si es que fuman) y las mujeres a recoger todo y a fregar. O sea, después de tirarse todo el santo día cocinando, además a recoger y a fregar. 

Mientras, los nenes se ponen a hablar de fútbol o de política (las mujeres de eso no sabemos). 

Y las patrocinadoras de este comportamiento, son las mujeres. 

Yo también me tocaría las narices si me lo consintieran, claro está. A nadie le gusta trabajar, y menos después de una buena comilona. 

  No es cuestión de ponerse radical y decir que hombres y mujeres somos iguales. No lo somos ni falta que nos hace. 

Pero dos brazos y dos piernas tenemos todos, y a la hora de trabajar valemos por igual.

Como véis, tenia yo ganas de desfogarme un poco, que ya estoy un poco harta. He dicho