A Rafa desde hacía unos cuantos meses, se le movían los incisivos superiores. Este viernes, fuimos a la odontopediatra y nos dijo que era normal.
La naturaleza, dedica un tiempo a mover los dientes, y otro, a fabricar muelas. Ya tiene las definitivas, cosa rara en un niño de 6 años.
Así volvimos, y anteayer mis dos hombres se pusieron a jugar a la Play Station. De pronto, ohí berridos de mi hijo. Me acerco, y tenía toda la boca llena de sangre. Después de enjuagarse, todo quedó así.
Cuando pude enterarme sin gritos de qué había pasado, me lo contó mi marido. Rafa tiene la costumbre de pegarle puñetazos en el brazo cuando gana. Y eso es lo que quiso hacer mi marido con él, con la mala suerte de que Rafa se giró y el puño aterrizó sobre su boca.
Aceleró lo que la Naturaleza había aparcado de momento.
Ayer ya anduvo Rafa otra vez andándose en el diente más movido, y por la noche, ya estaba fuera. Sin tiempo de Ratoncito Pérez.
Esta mañana, ha venido y me ha dicho que la Rateta no había
venido. Yo le he dicho que es que por la noche no trabaja (encargos de última hora, va a ser que no).
Como teníamos que ir a la ferretería, le hemos comprado una hucha de barro de cerdito, de las de siempre.
Yo he escrito una carta en la que decía, haciéndome pasar por el Ratoncito Pérez, que estaba de vacaciones en Mouseisland.
Le he contado que, como ya era mayor, pues que a partir de ahora, recibiría el dinero. Y que para empezar estaba la hucha.
Como postdata, le he dicho que se lo pase bien en Dinópolis con su tío Patxi y que le de recuerdos de su parte.
He dibujado un Ratoncito Pérez tomándose un aperitivo en la playa.
En la hucha, he pegado con celo una moneda de 1 euro.
Ahora, viene la siguiente parte del plan:
He atado con un cordel la carta enrrollada, arrugada y rota por las esquinas, y la he colgado de la oreja del cerdo.
Luego, he abierto la ventana del cuarto de Rafa, y justo en la mesa de escritorio que daba a la ventana abierta, he colocado el cerdo.
Ahora tocaba buscar una escusa para que Rafa fuera al dormitorio: sencillo. Rafa tiene el dormitorio como una leonera.
Hemos ido los 3 al dormitorio, a ordenar, y entre trasto y trasto, Rafa ha visto la hucha.
Se ha quedado encantado de la vida.
Ha leído la carta, se ha quedado alucinado de que la Rata conociera a tío Patxi. Nosotros le hemos dicho que al tío Patxi también se le cayeron los dientes, y que por eso lo conoce, claro está.
Se me caía la baba a chorros, y mi marido tenía una carita.....
Estos son los buenos momentos, que quedarán grabados en la memoria para siempre.