Ya tengo la segunda vacuna puesta de Pfizer, esa vacuna que tiene nombre de cerveza.
Ayer salí de casa hacia el multiusos de Faura, con tiempo de sobra. No había
apenas gente y en un pis pas, ya estaba todo hecho. Tocaba esperar un cuarto de hora. En este lapso, empezó a tronar.
Apareció Isidoro, el amigo de Juan, paraguas en ristre. Yo dudaba entre esperar otro cuarto de hora más y protegerme pero pensé que no llovería.
Craso error: cayó una de escándalo. Y yo con sandalias de trekking. Que descubrí
que eran de trekking en seco, porque en mojado resbalaban. En una de estas, si no me agarro a un coche, me la doy bien dada.
Total, que me tocó bajar la cuesta a
pasitos, cayendo el diluvio universal.
Cuando llego al portal, aparece mi marido que iba a por mi. Tarde, pero se agradece.
Tenía mojado desde el pelo hasta los pies. Hasta el sujetador estaba empapado. Tocaba cambiarse, secarse y ver Servir y Proteger.
Hoy me he levantado con un fuerte dolor de hombro, pecata minuta.
Por cierto, que ya he escuchado a alguna persona, que no se fía de las vacunas y que no sabe si se la pondrá.
Por cuatro papanatas que andan poniendo chorradas en internet, anda la gente así.
Me pone mala, de verdad. Las vacunas han salvado y siguen salvando vidas.
El resto es superchería e ignorancia, dos amiguitas que siempre van juntas