Era curiosa la situación. Si salíamos de cenar a las diez, nos multaban. Si salíamos a las doce, no. O sea, que la solución fue quedarnos hasta las doce.
Foto de todos juntos, con la botella de vino espumoso azul.
Este vino fue la estrella de la noche. Curioso color para un vino achampañado, suave y que se bebía muy bien.
Después de los aperitivos, nos sorprendieron con una raclette, consistente en queso fundido en este aparato negro, y que se echa sobre patatas cocidas.Yo sí, y estaba muy bueno. Acompaña a los aperitivos que nuestros amigos nos habían preparado.
Llegó el postre, que llevé yo. La lástima es que a mi amiga Antonia no le gustan las fresas.
Llegó el postre, que llevé yo. La lástima es que a mi amiga Antonia no le gustan las fresas.
Pero a su marido Juanjo sí le gustan, así que ni tan mal salió la cosa.
Había fruta y más cosas, pero ya estábamos ahítos.
Llegó la hora del café y Juan y Antonia entraron en materia de trabajo.
Juanjo y yo nos fuimos a la tele, a esperar a que se acabara.
Sonaron las doce y ya tocaba irse a casa. Hacía frío fuera, el pueblo estaba vacío.
Llegamos a Faura, y apenas había gente. Era raro para un sábado.
Y así pasó nuestra noche.
Lo mejor: la compañía y la charla y las risas.
Repetiremos pero en mi casa.