El mundo en mis manos

Nuestra filosofía de vida, a través de este hermoso texto

La vida es un instante que pasa y no vuelve. Comienza con un fresco amanecer; y como un atardecer sereno se nos va. De nosotros depende que el sol de nuestra vida, cuando se despida del cielo llamado “historia”, coloree con hermosos colores su despedida. Colores que sean los recuerdos bonitos que guarden de nosotros las personas que vivieron a nuestro lado.

Libro de visitas

Cumple de nuestro amor colombianito

Lilypie - Personal pictureLilypie Kids Birthday tickers

Nuestro tesoro llanerito está con nosotros

Lilypie - Personal pictureLilypie Waiting to Adopt tickers

Nuestro aniversario de boda: El más feliz lo hemos celebrado con Rafa en Bogotá

Daisypath - Personal pictureDaisypath Anniversary tickers

jueves, 17 de febrero de 2022

El apretón


 Hoy quiero hablar de un tema escatológico y no voy a hablar del fin de los tiempos.

Se trata del famoso apretón, o sea, cuando las tripas bailan flamenco y no hay baño cerca donde desahogarse. No es lo mismo el apretón casero, en el que vas al baño y te da para recitar el Mio Cid, mientras tu barriga se ocupa del resto, que el apretón fuera de casa.

Tengo apretones memorables en mi historia en Faura. De estos que recuerdas con risa ahora, pero que entonces no fueron tan graciosos.

Me condecoré como faurera un día que fuimos a la montaña con mi hijo Rafa, que aún era pequeño.

Ya casi estábamos en la cumbre cuando se me produjo un corte de digestión y vomité todo lo que tenía en el estómago. Mientras pensaba horrorizada que estaba donde Cristo perdió el gorro y que me estaba muriendo y no había nadie  para rescatarme.

Mi marido me dijo que en cuanto vaciara, me encontraría mejor. Y así fue. Coroné la cima y seguimos en camino, hasta que mi barriga opinó lo contrario. Me dio un apretón de campeonato. Mi marido me dijo: pues, ala, para ser buen valenciano hay que cagar al menos una vez en los huertos o montañas. Como mi marido es previsor, siempre tiene pañuelos o servilletas de papel. Así que procedí al hecho, y me quedé limpísima. Nada por ningún sitio: ni en la barriga ni en el estómago. Pude continuar ligera como gacela en el Serengeti.

Después de ser ya valenciana de pro, he ido abonando de cuando en cuando mi entorno. A veces, la barriga se pone juguetona. Mi marido ya sabe que cuando le digo: me duele la barriga, es síntoma de que Obama está a punto de caramelo. Esto de Obama es una cosa que oímos en Aída y nos hizo mucha gracia.


Cuando estoy con amigos, digo a veces: no tengo hambre, me duele la barriga. Y Juan me mira, y me da servilletas.

El último apretón que me trajo a muy mal traer fue un viernes. Había hecho ensalada templada de gulas. Y me zampé graciosamente 2 platos. Todo iba bien, hasta que cuando fui a dar catecismo, mis tripas empezaron a cantar por soleares.

Fue el catecismo más original y sufrido del mundo. Mientras los niños hacían el cate, yo me paseaba de derecha a izquierda.

Acabamos el cate y le digo a mi compañera que me encuentro mal. Aprovechó una mami de cate para darme conversación y hacerme subir por un papel. Yo creía que me moría.


La cuesta para ir a casa se me hizo eterna. Culo apretado. Y con el culo apretado no se puede correr. Así que hice marcha atlética. 

Cuando llego al portal veo cables colgando: nos estaban poniendo la fibra. ¡Horror!

Subí a casa (menos mal que el ascensor estaba en la planta baja). Cuando llegué, me deshice de la chamarra y me fui al baño a velocidad de rayo. Y entonces empezó el festival de ruidos de mi barriga mientras soltaba una diarrea explosiva.

Me acordé de la madre que parió a los veganos, que se pasan el día pastando como las vacas y no les pasa nada. Y yo, por dos platos de ensalada estaba pegada a roca
.

Empecé a sudar, luego tenía frío, un destemple que para qué. Mi marido me dijo


que era normal, que me había vaciado. Siempre tiene mi marido el comentario técnico.

Cuando se cuentan estas cosas, hacen mucha gracia. Pero en vivo y en directo se pasa muy malamente.

No es lo mismo irse meando. Una puede ir a cualquier sitio y mear. Pero la caca es distinta: engorrosa e incapacitante

Pero recuerdo una excepción. Fuimos a la catedral de Valencia y los que


cantábamos nos hicieron ir a una parte, uno de los brazos de la cruz. Todo iba bien  hasta que me empecé a mear. Yo sabía que no iba a llegar al final de la misa ni de broma.

Así que aprovechando la homilía, me fui rauda y veloz por la catedral, con la intención de ir a una cafetería cercana y tomarme un café y echar un meo. Pero, en mitad de la nave, me encontré con un fraile y me dijo: ¿Quiere ir al baño? Y yo: si. Y el fraile me indicó dónde están los baños en la catedral. Yo hasta entonces no sabía que hubieran baños en la catedral. Nunca es tarde para aprender. 

Esta entrada viene porque he leído que un ganador de Master chef celebrity,  Miguel Ángel Muñoz, que es actor y también buen deportista, dijo en el Hormiguero que le dio un apretón cuando corría la maratón. Y que se fue a un parque, y se limpió con una hoja. Este no era previsor y no tenía toallitas, jajajaa.


Bueno gente variada, espero que hayáis disfrutado con la entrada. Besitos