El mundo en mis manos

Nuestra filosofía de vida, a través de este hermoso texto

La vida es un instante que pasa y no vuelve. Comienza con un fresco amanecer; y como un atardecer sereno se nos va. De nosotros depende que el sol de nuestra vida, cuando se despida del cielo llamado “historia”, coloree con hermosos colores su despedida. Colores que sean los recuerdos bonitos que guarden de nosotros las personas que vivieron a nuestro lado.

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miércoles, 8 de abril de 2020

recuerdos de la infancia: por mis venas corre la música

Ayer puse en las redes el video de la canción de Resistiré. Y la verdad es que ha tenido una acogida sorprendente.
Lo mejor es cuando una persona me dice: se nota que corre la música por tus venas.
Y tirando del hilo, esa persona es familia mía.
Preguntado a mi hermana mayor, y haciendo mucha memoria, resulta que mi

familia paterna era muy musical. Mi abuelo tocaba la guitarra, y mi bisabuelo era el director de la banda de música de Basauri. Recuerdo una foto sepia con el traje de época de los músicos, delante del kiosko de la música.

Se llama Juan Antonio, como mi marido y  resulta que es el hijo del hermano menor de mi abuela. Y ese hermano, que creo que se llamaba Antonio, fue el padrino de mi bautizo. Y recuerdo un niño en la foto, y poco más. Imagino que era su hijo.
Del resto, me ha contado este familiar. De los viajes en sidecar desde Bilbao a Madrid, que debían de ser un espectáculo, claro.

El recuerda al abuelo Luis al piano. Yo del abuelo Luis recuerdo las broncas que montaba por cosas que los niños no entendíamos.
Era facha, a pelo. Y cuando un buen día, de niños, ya en democracia fuimos con un imperdible de la ikurriña, nos montó una bronca. Llamaba a la ikurriña, la

porrusalda (un guiso de puerros y patatas típico de Euskadi)
Otro día fuimos con un colgante de laburu y nos llamó terroristas. Mi padre se reía, pero nosotros nos asustábamos de tanto ruido por una tontería.

También recuerdo los monjes y abades que  me encontraba, a veces, en la casa. Los recuerdo bien gordos y orondos (el ayuno no iba con ellos). Y la repanocha era cuando te daban a besar el anillo, que nosotras (mi hermana mayor y yo, el resto o no habían nacido o eran demasiado pequeños), no entendíamos nada. Esas figuras oscuras, daban más miedo que otra cosa.
Recuerdo el día del bogavante. Estaba debajo de una mesa, y a mi me pareció el Krakken, inmenso con sus pinzas amenazantes.

Y recuerdo el día en que comí sesos, porque mi abuelo me dijo queso y yo confundí. Para recochineo de mi hermana. Ha sido la primera y última vez que como yo eso.

Mientras vivió, pues las estancias en Laredo, eran agradables. Iba con la criada,

Pilarín, de la que hablaré más tarde, y perfecto.
Recuerdo al jardinero, Llarrabe (abreviatura de Larrabeitia), que apenas hablaba castellano y cambiaba el género de los adjetivos y sustantivo (en euskara no existe el cambio para masculino y femenino; Se dice: perro hembra o perro macho, y el adjetivo es invariable) Era muy divertido

Precisamente yendo de Santoña a Laredo, le dio un infarto conduciendo y murió. Casi mata a un matrimonio que iba en sentido contrario.

Y decidimos irnos al chalet donde vivía él, con Pilarín. Y ahí vino el dislate. Porque las malas lenguas muy muy viperinas decían que estaba liados Pilarin y mi abuelo. Yo decía, que con aguantar al cochino de mi abuelo, ya hacía falta estómago. Me acabo de enterar que Pilarín murió el año pasado, en Cervera de la Cañada. Era familia más o menos lejana de mi abuelo.
El caso, es que le dijeron de todo menos bonita. Cuando fue al chalet a recoger algo, para tener recuerdos, se montó una hermosa. Y la pobre, se fue llorando.
Eran otros tiempos, mucho más cerrados.

Yo estaba en primero de BUP, y nos trasladamos a la casa de las 3 B: bueno, bonito y barato.
Y lo primero, hacer selección de lo que se quedaba y lo que se guardaba. Había tropecientas banderas españolas en sus diferentes maneras: pompones y demás. A la basura que se fueron. No somos de banderas, de ninguna clase en mi casa.  Igual ahora soy yo un poco más, pero no llevo en las bragas la bandera, vamos a ver.

Segundo: sección crucifijos. Había más que en un monasterio. Hubo una criba, y

algunos se fueron al camarote (como llamábamos al ático). Otro, que era el que más me divertía, se guardó en el armario donde guardábamos los juegos de mesa. Pesaba una tonelada, pero no lo parecía. La gracia, era avisar al amigo de turno para agarrar el juego, y cogía el crucifijo pensando que era liviano, y luego, se le caía la mano de lo que pesaba. Muy divertido.

Eso y los picaportes que se caían. Cuando el amigo de turno se quedaba con el picaporte en la mano, ponía una cara la mar de graciosa.

Tercero: limpiar. Mi abuelo era de la vieja escuela. No se duchaba mucho y fumaba puros. Intentaba quitar el olor con colonia de violeta. Y era asqueroso el olor. Así que colonias de violetas, fuera.

La casa también tenía inquilinos regulares: los sagutxus, o sea, ratones. Si yo creyera en fantasmas, esa casa era ideal. Se encendían las luces sin venir a cuento, se oían carreras....Los ratoncitos divirtiéndose. Descubrí que a los ratones les gusta más el chorizo que el queso.

Esa casa era heladora. Echabas humo por la boca. De tal modo, que por las noches invernales, te aguantabas el ir al baño, por no congelarte. Y claro, por las mañanas, era para reventar.
Una casa inmensa difícil de calentar. Pusimos calefacción de gasoil, con sus ladrillos refractarios y todo. Pero al final, se opta por calor en el comedor de diario, que podía trasladarse al comedor del piano.

El primer piso, nosotros entrábamos por la puerta del servicio, que pillaba más cerca de la valla de entrada grande. Había un hall, y luego, una inmensa cocina, con su despensa y todo. Una maravilla. Luego, estaba el comedor de diario, donde estaba la tele. Al lado, y ocupando casi todo el largo del pasillo, el comedor del piano. Eran dos comedores, con un arco de separación. En el primero estaba el piano, el tocadiscos, y demás, con sus butacas y otomanes. El segundo lo ocupaba una inmensa mesa, unas vitrinas y unos armarios.
Este comedor tenía otra puerta, que daba al final del pasillo a su izquierda. Había otro pequeño hall y ahí estaba la puerta oficial. Por esta salía yo a tomar el sol.
Al otro lado, el despacho, con muchísimos libros, una preciosidad. La escalera, y a su derecha, el lavadero y la escalera al garaje.
El piso de arriba era todo dormitorios más o menos grandes y dos baños: uno pequeño que no usábamos, y otro grande, inmenso. La habitación principal tenía dos estancias y era enorme.
Para mi, lo más normal era decir que dejaba los apuntes en el comedor del piano. Cosa que, obviamente no era lo más normal, para la inmensa mayoría de la gente.
Por la puerta principal, se accedía al jardín. La parte trasera de la casa había zona de todo un poco, y luego, estaba la zona de huerto, delimitada por seto.
Cuando llegamos, dejamos a los amigos que les gustaba la huerta ocuparse de ello.
Nosotros, a veces, íbamos a trabajar, con consecuencias nefastas. Cuando un año se nos ocurrió sacar patatas, acabamos con ampollas en las manos.
Otra cosa era recoger cerezas o higos, Nos lo pasábamos de lujo.

Hasta que a mis hermanos les dio por disparar con una chimbera, desde la higuera, escondidos, a la gente que pasaba. Eso era otra cosa mariposa.

Creo que los pequeños se lo pasaron mejor que las dos mayores. Hacían guerras de brevas. Construyeron una caseta con maderas que mangaban de las obras.
Jugaban a pilla pilla, por la higuera. Un día mi hermano se subió a la uralita del vecino, y ésta se hundió. Y había perros ladrando abajo. Se quedó colgando como un chorizo. Cuando me lo contaba yo me partía.

Otro día, me contaron que mi padre les dijo que derribaran la caseta. Y se pusieron a la obra. La caseta medía cerca de dos metros. Mi hermano estaba arriba sentado. Y el amigo colaborador, tiró la madera maestra. Y mi hermano Patxi se fue abajo con toda la caseta. Con lo vergonzoso que es, me contaba mi hermana Paloma, que se fue a llorar a otro sitio.

Una buena fue cuando estábamos jugando en la pared del garaje a la raqueta y la pelota se fue a parar a un montón de boñiga de gallina y conejo. Estaba crujientita por fuera, porque era verano. Y mi hermano Patxi se ofreció a recoger la pelota. Dio dos pasos, el segundo fue por inercia. Y se puso de mierda hasta las rodillas. Y va y suelta: H.... si es mierda. Nos moríamos de risa

La afición por la lectura viene de esa época. Mi padre le daba al chiquiteo como casi todos los vascos antes, y llegaba por la noche con ganas de bronca. Yo me subía al cuarto y a leer tocan
.
Lo mejor era que todo lo consideraba pornografía. Un día, viendo Se ha escrito un crimen, salió una escena  un poquito fuera de la linea, y mi padre: siempre viendo pornografía.
Veíamos a escondidas Dallas, y Falcon Crest.

Lo de las faldas, la minifalda estaba prohibida. Pero ojos que no ven..tropezón que te pego. Y en verano, me encantaba tomar el sol en bikini. Cuando asomaba mi padre, me cubría. Y tan panchos.
Con tanta represión sexual, lo que me extraña es que hayamos salido normales.


Pasé mi adolescencia y juventud en el chalet. Y hubo muy buenos momentos, con la familia. Mi hermana mayor se casó, y nos quedamos el resto.Pasando el tiempo.
Inventamos el voley globo. Poníamos una red en el comedor, y jugábamos con un globo, igual que el voley ball. En una de estas, yo rematé, mi hermana mayor me bloqueó, y se me rompió el dedo. Lo clásico, mi hermana, diciendo que era una exagerada. Al día siguiente tenía el dedo amoratado. Y mi hermana, no quería ni verlo. Lo malo fue ir a la facultad y tratar de escribir sin el índice de la mano derecha, toda una hazaña

Mi padre tocaba el piano y mi madre cantaba. Con lo cual, he heredado el cante por mi madre y el toque por mi padre. De ahí me viene la afición por la zarzuela.
Yo empecé a tocar de oído, claro, jamás he ido a clase de música. Y mi padre, tampoco es que me diera mucha clase. Cuando le pregunté por la clave de Fa, me dijo: El la es do. Y finito se acabó, a buscarse la vida. Y yo a hacer escalas y cosas de esas. Y mi hermana mayor, con un poquito de celos, dijo que yo el piano y ella la guitarra. Pero yo, culo veo, culo deseo. Y al final, mi madre me regaló una guitarra.

Físicamente no soy muy buena. Tengo dedos morcilliles, y mano pequeña, Con lo cual el giro que tengo que hacer para toca determinados tonos de guitarra es cansado. Odio el sol, por ejemplo.

Pero me divierte y es mi pasión la música. Yo quise estudiar música, pero mi padre dijo que vale, pero también a la Universidad. Y dos cosas, con mi limitado intelecto y mis pocas ganas de currar, va a ser que no pudo ser.

Pero cantar siempre lo he hecho. Tengo buen oído y mucha vergüenza. Mi padre, de pequeña, me hacía cantar. Y yo sólo recuerdo las punteras de  los zapatos de los amigos de mi padre. Mi hermana, celosilla, me decía que me lo creía porque me tocaba la garganta. No se creía lo mal que lo pasaba. Era horroroso.


Hasta que, llegó el momento de irse, porque la casa se demolió, junto con el resto del barrio para hacer un parque. Mi padre, justo durante el traslado, murió. En el chalet. Mi madre ya tenía síntomas de ELA pero nosotros no lo sabíamos. Murió al año siguiente.

Yo empecé a ir a misa, más que nada porque siempre había sido católica pero no practicaba. En la iglesia había un cura muy majo. Se juntó con que mi hermana Paloma se casaba y me necesitaba para el papeleo. Total: que acabé tocando el órgano en misa de niños.¡Quién me iba a decir por entonces, que me iba a casar, me vendría a Valencia , y que acabaría tocando la guitarra en misa!¡Qué cosas tiene la vida!

Y un día un amigo me dijo que si podía toca en el coro de Castilla León, Y entré, y luego descubrieron que cantaba mejor que tocaba, y así fue como entré en el cante.


Del chalet, queda la palmera. Recuerdo lo agradable que era dormir y oír la lluvia en la palmera. Me encanta. Y ahora, mis vecinos tienen casetas metálicas y también me encanta el sonido.

Esta entrada es a retales, así que espero que os haya gustado