hermosa, unos hijos fantásticos, amigos, dinero.... Creía en Dios. El demonio, un día, al verle, subió a donde estaba Dios y le dijo: -Hombre, Job ya puede creer en tí, con la vidorra que lleva. Así, cualquiera, macho. Si no tuviera tanta felicidad, otro gallo le cantaría.
Dios le contestó:
- Vale, te dejo que le fastidies al máximo con una condición: no le mates.
Total, que el demonio se puso a la faena y la hizo de cine.
El pobre Job se quedó sin nada: sin dinero, sin amigos, sin mujer y sin hijos.
Pero, cabezón él, seguía creyendo en Dios.
El demonio, alucinaba en todos los colores, claro está.
Y se fue a donde estaba Job y le dijo:
-Tío, estás hecho polvo, te han jorobado al máximo, tu vida es una porquería, y aún crees en Dios ¿Cómo es eso?
Y Job, contestó:
Dios me ha creado, y no tengo motivo para quejarme. Lo que Dios me da, Dios me lo quita. Glorificado sea el Señor.
El demonio (no lo dice la Biblia pero es lógico) se quedó a cuadros con la respuesta. Y por una vez en su vida, no tuvo contestación.
Moraleja: No sólo hay que creer en Dios cuando las cosas nos van bien. También cuando nos vayan de pena penosa.
Esto lo estoy viviendo yo en mi propia piel. Y no sé bien por qué, pero mi fe no ha disminuido en lo más mínimo, sino más bien al contrario.
No soy Job, y me quejo mucho, la verdad.
Pero es que lo de Job es una fábula y yo soy real. Lástima
2 comentarios:
Ay tesoro, que bien cuentas la historia del Santo Job, jajaja, sobre todo lo del demonio que se queda a cuadros jajaja.
Hay tiempos duros, nos sentimos cansados, derruídos y si miramos atrás solo veremos unas huellas, pero no son las nuestras, esas son las de Jesús que nos lleva en brazos.
Ya verás como todo mejora pichurrina.
Muchos besines de tu amiga asturiana.
Yo nunca lo habia oido, así que nunca te acostarás sin saber algo nuevo.
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