Hace un tiempo, oì a una persona de la tele decir: Con el paso del tiempo, o te ajamonas, o te amojamas. Me hizo mucha gracia y de ahí el título de esta entrada
Mi vida, físicamente hablando ha pasado por una serie de fases.
Cuando nací y en mi tierna infancia, era una bola de billar. No tengo recuerdos de esa etapa, pero sí fotos que atestiguan mis roscas, tan graciosas para la gente.
Más tarde. estiré algo (con metro cincuenta y poco, poco se puede estirar), y durante mi niñez, fui una niña más o menos normal. Aparte, siendo un rabo de lagartija, las pocas redondeces de diluían jugando a pedrada limpia con mis compañeros de clase.
La adolescencia vino precedida de una bronquitis asmática que casi me hace perder curso. Y cuando llegué a ser mujer...empecé a engordar. Nada del otro jueves. Aparte, para contrarestar la infinita feminidad y sapiencia de mi hermana mayor, yo me disfracé de cardo borriquero. Mi ejemplo era Jorge, de los libros de Los Cinco. Así que yo iba disfrazada de espantapájaros, con mi perro.
Llega la etapa de la Universidad, donde poco a poco, y , sin haberlo previsto, empiezo a adelgazar. Claro, que, tampoco me preocupaba lo más mínimo mi tipo, y ni siquiera había considerado que fuera parte de mi personalidad.
Pero, pronto empecé que los caballeros, me miraban con más alegría de la que antes lo hacían. Pero yo, intelectual como la que más, no le daba la mayor importancia. Ya se sabe, que lo importante no es el envoltorio, sino lo que hay dentro. Ideales de la gente que está delgada y que yo pensaba que eran para siempre.
Y un jamón, que se dice.
El deporte y la dieta equilibrada, me mantuvieron en unos alegres 47 kilos hasta los cuarenta años.
Y luego....vino la hecatombe. Poco a poco, fueron añadiéndose los kilos, y, cuando tuve a mi hijo (que es adoptado), mi cuerpo decidió ponerse a criar lorzas ansiosamente. Por lo que se ve, mi cuerpo no se había dado cuenta de que mi hijo no era biológico y se entusiasmó.
Poco a poco, el espejo se me fue haciendo más difícil de ver. Y le quité las pilas a la báscula, por supuesto.
Estos ideales de que lo importante es lo de dentro y patatín y patatán, se han quedado en el cajón. No me gusta estar gorda. Y ya está ¡qué leche!
Claro, que los que me leéis pensaréis que tengo un tornillo flojo. Porque sí que pongo fotos mías en internet. Lo hago por los viejos tiempos, porque no quiero cambiar de opinión así porque estoy gorda. Y porque sigo pensando que lo importante es el interior, aunque el exterior empiece a ponerse fofo y blandito como un flan.
La única ventaja que le veo, es que mi papada me sirve de caja de resonancia y canto mejor. ¿Habéis visto los monos aulladores, que usan su papada para pegar berridos?. Pues igual yo.
El resto....Empiezo a usar cosas flojas y bragas de cuello vuelto tipo faja.. Y esto también es fruto de la comodidad. Está volviendo el cardo borriquero asexual.
Aún y así, cuando el otro día me ví en el video de la escuela, casi me da un pasmo, del susto que me dí. ¡Dios!¡ ha llegado una vaca suiza a la escuela y soy yo!.
Por eso, ahora he llegado a la conclusión de que el paquete también importa mucho, aunque no es lo más importante.
Pero, como el interior está en plena forma, pues da grima ver el exterior. Y, la verdad sea dicha, no es un consuelo muy grande que el interior esté de lujo. Porque, queramos o no, lo que enseñamos a la gente, es el exterior.
En fin, que está claro que yo me estoy ajamonando
¿Y vosotros?
Mi vida, físicamente hablando ha pasado por una serie de fases.
Cuando nací y en mi tierna infancia, era una bola de billar. No tengo recuerdos de esa etapa, pero sí fotos que atestiguan mis roscas, tan graciosas para la gente.
Más tarde. estiré algo (con metro cincuenta y poco, poco se puede estirar), y durante mi niñez, fui una niña más o menos normal. Aparte, siendo un rabo de lagartija, las pocas redondeces de diluían jugando a pedrada limpia con mis compañeros de clase.
La adolescencia vino precedida de una bronquitis asmática que casi me hace perder curso. Y cuando llegué a ser mujer...empecé a engordar. Nada del otro jueves. Aparte, para contrarestar la infinita feminidad y sapiencia de mi hermana mayor, yo me disfracé de cardo borriquero. Mi ejemplo era Jorge, de los libros de Los Cinco. Así que yo iba disfrazada de espantapájaros, con mi perro.
Llega la etapa de la Universidad, donde poco a poco, y , sin haberlo previsto, empiezo a adelgazar. Claro, que, tampoco me preocupaba lo más mínimo mi tipo, y ni siquiera había considerado que fuera parte de mi personalidad.
Pero, pronto empecé que los caballeros, me miraban con más alegría de la que antes lo hacían. Pero yo, intelectual como la que más, no le daba la mayor importancia. Ya se sabe, que lo importante no es el envoltorio, sino lo que hay dentro. Ideales de la gente que está delgada y que yo pensaba que eran para siempre.
Y un jamón, que se dice.
El deporte y la dieta equilibrada, me mantuvieron en unos alegres 47 kilos hasta los cuarenta años.
Y luego....vino la hecatombe. Poco a poco, fueron añadiéndose los kilos, y, cuando tuve a mi hijo (que es adoptado), mi cuerpo decidió ponerse a criar lorzas ansiosamente. Por lo que se ve, mi cuerpo no se había dado cuenta de que mi hijo no era biológico y se entusiasmó.
Poco a poco, el espejo se me fue haciendo más difícil de ver. Y le quité las pilas a la báscula, por supuesto.
Estos ideales de que lo importante es lo de dentro y patatín y patatán, se han quedado en el cajón. No me gusta estar gorda. Y ya está ¡qué leche!
Claro, que los que me leéis pensaréis que tengo un tornillo flojo. Porque sí que pongo fotos mías en internet. Lo hago por los viejos tiempos, porque no quiero cambiar de opinión así porque estoy gorda. Y porque sigo pensando que lo importante es el interior, aunque el exterior empiece a ponerse fofo y blandito como un flan.
La única ventaja que le veo, es que mi papada me sirve de caja de resonancia y canto mejor. ¿Habéis visto los monos aulladores, que usan su papada para pegar berridos?. Pues igual yo.
El resto....Empiezo a usar cosas flojas y bragas de cuello vuelto tipo faja.. Y esto también es fruto de la comodidad. Está volviendo el cardo borriquero asexual.
Aún y así, cuando el otro día me ví en el video de la escuela, casi me da un pasmo, del susto que me dí. ¡Dios!¡ ha llegado una vaca suiza a la escuela y soy yo!.
Por eso, ahora he llegado a la conclusión de que el paquete también importa mucho, aunque no es lo más importante.
Pero, como el interior está en plena forma, pues da grima ver el exterior. Y, la verdad sea dicha, no es un consuelo muy grande que el interior esté de lujo. Porque, queramos o no, lo que enseñamos a la gente, es el exterior.
En fin, que está claro que yo me estoy ajamonando
¿Y vosotros?
3 comentarios:
Genial entrada, M. Carmen.
Al contrario que tú, yo me estoy amojamando. Ya mi madre y mi abuelo eran mojamas perdíos, así que me temo que ese va a ser mi camino quiera o no. En la época de la universidad conseguí pesar 46 kilitos ¡qué alegría! Tenía hasta la cara redondeada. Pero ahora, con tanto disgusto uno detrás de otro, he bajado a los 41 y parezco un palo seco. Hasta el color es feo. Lo que pasa es que en las fotos que subo en el blog lo disimulo bastante bien: si te fijas nunca hay piernas y suelo esconder los brazos, que es donde más se me nota, jajaja. De algo me sirvieron las clases de diseño y composición...
Como tú, siempre pensé que lo importante está dentro y no fuera. Lo sigo pensando. Pero como decían los romanos Mens sana in corpore sano, así que para mantenernos igual de guapas intelectualemente no está de más cuidarnos un poquito por fuera. Yo lo estoy intentando. Te mando muchos ánimos para que tú también le pongas ganas. Y un beso así de grande, porque me apetece. :-)
p.d. también fui Jorge, sin perro, toda hecha un espantapájaros en mi adolescencia. ¡Qué tiempos!
Todas las que no quisimos ser Ana éramos Jorge.. XDD yo tp tenía perro..
Yo, como Alhana, pienso que mens sana in corpore sano. Y, aún diría más, es tan importante lo de dentro como lo de fuera. No me refiero a algo meramente estético, sino a cuidarse de verdad. De la misma forma como leemos, estudiamos.. y cultivamos nuestro interior, también hay que cuidarse y quererse por fuera: comiendo bien (ni mucho, ni poco y sano de verdad), haciendo ejercicio, poniéndose cremitas si hace falta.. sí, es un recipiente, pero es el único que tenemos, así que si queremos compartir nuestro interior, más nos vale que el cuerpo nos acompañe, si no, estamos malos cada dos por tres, o nos sentimos inseguros, acomplejados.. no nos dejamos ser nosotros mismos. Hay que encontrar un equilibrio ;)
De acuerdo con ambas, claro.
La dieta, si leéis mi blog, es bastante sana, dentro de lo que cabe. Me encanta la verdura y el pescado y las ensaladas son mi vicio. Pero, hay que contar con los otros dos de la familia y de cuando en cuando, echar chicha al asunto.
Por fuera, pues, ahora me he puesto a la faena. Ya sabéis que todos los jueves hago bailes de salón (el profe de gimnasia da clases gratis) y ahora, los domingos nos hemos propuesto salir con las bicis.
Rafa, el domingo pasado, fue su segunda experiencia de bici. Y como ibamos los dos papis escoltándolo,pues fue muy bien.
Lástima que su ritmo fue nulo y mis agujetas en los brazos una consecuencia de estar continuamente frenando, acelerando y así durante una horita.
A ver si este domingo, va mejor. El día menos pensado, nos plantamos en Valencia, jajajaja.
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