Me levanto esta mañana, con cielo gris, y mi primer pensamiento es: ¡ya han pasado 4 años de nuestro viaje a Colombia!
Recuerdo esa mañana, como especial. Parecido a esa calma que anuncia tormenta.
La casa estaba inmaculada, y vacía. Habíamos dejado a nuestras perras al cuidado de la veterinaria, y notábamos la falta de su alegría en casa.
Desayunamos, sin decir apenas nada, nos fuimos a despedir de mi suegra, y partimos en el coche a Sagunto, en donde montaría mi cuñado. Era la comunión de mi sobrino, y también andaba muy liado.
Llegamos a Manises, descargamos maletas, y nos despedimos de mi cuñado, que
cogió nuestro coche de vuelta a Sagunto.
Hacía un día radiante y no estábamos particularmente nerviosos. Supongo que porque ya no había marcha atrás, y todo estaba ya listo.
Cogimos el avión en Manises, y nos tocó al lado de una chica americana, que nos amenizó la media hora enseñándonos fotos de su estancia en Valencia. Pertenecía a una banda de música que había estado por Requena y otros sitios de la Comuidad.
Llegamos a Barajas, y lo primero, buscamos nuestro puerto de embarque. Ya tranquilos, nos tomamos un bocadillo y llamamos a la suegra, para decir que nos íbamos ya.
Cola de embarque, y recuerdo una discusión entre una monja y otra persona acerca de que si Iberia era mejor o peor compañía.
Embarcamos y empiezan los nervios. Despegamos y Valencia se empieza a ver pequeña, vemos los naranjos que se alejan. Enocionados, nos damos la mano. ¡ya vamos por nuestro hijo!
Los nervios remiten en favor del aburrimiento cuando llegamos al Atlántico y nos hartamos de ver agua. Las pelis que ponen, pésimas, y encima, para más inri, te cierran las cortinas, y tienes que ver, quieras o no la peli (Jumper y una típica americana de bodas ).
Pasadas las tropecientas horas, veo una isla de arena. ¡ya llegamos!. Craso error. Aún quedaban un par de horitas hasta ver Venezuela. El paisaje muy diferente, con verde por todos lados, ríos, casitas.....
Por fin llegamos a Colombia, y empiezan los nervios otra vez. Aterrizamos en Bogotá, y nos damos cuenta de que no aparece nuestra maleta ni la sillita dle niño.
Vamos a reclamar a un sitio que parecía un desván antiguo. Las paredes grises y muy descuidado. Ponemos la reclamación, y, como yo veía que era tardísimo, salgo, para saludar a los que nos esperaban. Estaba la abogada y un amigo de Juan. A base de esperar, se habían hecho amigos. Les explico lo sucedido.
Poco más tarde aparece Juan, sonriendo. Los policías de la salida, por lo que se ve, hacían apuestas sobre cuánto dinero llevaba encima. Y uno ganó al otro.
Jasón Paul, el amigo de Juan, nos regala dos rosarios que nos colgamos del cuello. Y, con la abogada, nos dirigimos a nuestro hotel. Un hotel muy bonito, donde estaban otras parejas que ya habían adoptado.
Cenamos y esperamos a la otra familia que venía con Avianca,. Aparecen Raquel y Antonio, que, desde ya, se convirtieron en nuestros compañeros de fatigas y alegrías. Llega la abogada y nos empieza a dar papeles y más papeles. Nosotros estábamos agotados y asentíamos.
Por fin, ya tenemos todos los papeles y nos vamos a dormir. A dormir en ropa interior, gracias a Iberia.
Sería una noche corta, porque nos despertamos a las 2 de la mañana (9 de la mañana en España) y no hubo manera de dormir. 2 horas de sueño y ya estábamos a 19 el día que ibamos a por nuestro hijo. Pero esto ya es historia de mañana.
El mundo en mis manos
Nuestra filosofía de vida, a través de este hermoso texto
La vida es un instante que pasa y no vuelve. Comienza con un fresco amanecer; y como un atardecer sereno se nos va. De nosotros depende que el sol de nuestra vida, cuando se despida del cielo llamado “historia”, coloree con hermosos colores su despedida. Colores que sean los recuerdos bonitos que guarden de nosotros las personas que vivieron a nuestro lado.
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1 comentario:
Memoria de elefante, oye, ya imagino que son emociones muy fuertes pero es que lo cuentas como si te hubiera pasado ayer...Espero ansiosa el segundo capítulo ;)
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