El mundo en mis manos

Nuestra filosofía de vida, a través de este hermoso texto

La vida es un instante que pasa y no vuelve. Comienza con un fresco amanecer; y como un atardecer sereno se nos va. De nosotros depende que el sol de nuestra vida, cuando se despida del cielo llamado “historia”, coloree con hermosos colores su despedida. Colores que sean los recuerdos bonitos que guarden de nosotros las personas que vivieron a nuestro lado.

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domingo, 12 de abril de 2020

Mi vida 3: la religión

Yo soy profundamente religiosa. Y no porque mis padres me hayan inculcado una fe y unas costumbres demasiado pías.
Recuerdo ir a catequesis y que me pidieron que dibujara una misa. Y yo dibujé la iglesia por dentro. Por aquel entonces sabía lo que era la iglesia y la misa.

De mi comunión, recuerdo que tenía miedo de tropezar en los escalones de la iglesia

Me tocó de compañero un chico que también iba de monje.
Es curioso esto de los trajes monjiles: Tengo dos hermanas por arriba y por abajo: La mayor la hizo de princesa y la otra, de paisano. A mí me pilló el hábito.
 Lo que más me gustaba era la toca, que fue pululando por todos lados durante tiempo.

No recuerdo que tuviera sentimientos religiosos ni que no los tuviera. Era una niña y se me obligaba ir a misa (mis padres no iban). Recuerdo las colas en los confesionarios, a los que ibas con una lista, que parecía la de la compra.
Recuerdo los ataques de risa, y las caras enfurruñadas de los mayores.
Y los curas, que a mi me daban miedo, tan negros, tan respetuosos. Recuerdo a dos: Don Jesús, que era joven, y Donal, que fue el que más duró y el que más tarde me dio Religión en el Insti.

Yo miedo sí, pero como no me sé callar ni bajo el agua. pues a Donal le solté una fina. Contaba que  el asunto de la multiplicación de los panes, no era un milagro, sino que todos, al ver que uno sacaba sus víveres, empezaron a sacar los suyos. A mi no me convenció y le solté que lo que había dicho era una tontería. Cachondeo general en clase, claro.

Llegamos al chalet, y ahí había crucifijos e imágenes religiosas para aburrir.
Yo le tenía cariño a un Corazón de Jesús que estaba en el comedor del piano. Me encantaba rezarles por las noches. Y mis hermanos, que eran bastante cabritos, me tiraban cosas por el pasillo para que sonara y me diera miedo.
También recuerdo en el camarote una imagen muy chula de Cristo.
Y un crucifijo, que aún tengo, pequeño, de mano, que es de Jerusalén.
Con estas armas, resulta que la única católica de la familia era yo. Para recochineo de mis hermanos, claro. Mis padres eran tibios católicos, y en mi casa, llegado un momento no iba a misa ni el tato.

Lo que hizo que cambiara para mi el ritmo de mi vida, fue la enfermedad y muerte de mi madre. La ELA es una enfermedad muy cabrona, y mi madre la cogió. Sentí que era injusto, porque mi padre le dio los últimos 10 años una vida de asco. Ahora que se podía liberar y vivir la vida, va y coge la ELA.
Me enfadé con Dios: le dije: No creo en Tí.
Pero, por mucho que me empeñara en no creer, el caso es que sí creía. Acabé montándole unas broncas a Dios de aúpa. Y al final de la tormenta, vino la calma. Aprendí que cuando admito que Dios haga su voluntad, es total su voluntad, no si me gusta. Y obviamente no me gustaba.

Empecé a ir a misa. Estaba harta de salir en defensa de la Iglesia, de pelearme con todo el mundo, y luego, lo mejor me lo perdía.

Y resulta que el cura era muy majo. Decía, por ejemplo: ¡Estáis dormidos! ¡Aúpa el Athletic!
Nos reíamos mucho.
Y justo mi hermana estaba haciendo los papeles para casarse. Y la parroquia que le correspondía era a la que iba yo.
Un día que venía yo de la farmacia con  toda la farmacia conmigo porque tenía un trancazo de aúpa, llego a la iglesia, me dice Mikel que me siente. Yo iba jadeando por el trancazo. Empezamos a hablar. Y fue tan sencillo como que, al cabo de un tiempo, acabé tocando el órgano en misa de niños.

Es curioso: algunos pensaban que yo, solterona y sin trabajo ni  apenas amigos, me refugiaba en Dios porque era el único que no me iba a decir que no.

Pero no: yo estaba en el PSE-EE y en el coro de Castilla-León. No necesitaba gente. Y ya tenía mi coro de admiradores entre los amigos de  mis hermanos. Mi ego estaba la mar de surtido.

Aún tengo vergüenza de que me vean rezando, es algo que no se me ha quitado de encima. Es como que los demás vean tu debilidad. Del resto de las conchas, ya me he librado. Ya no me dan miedo los curas, algo hemos avanzado. Tampoco me importa hablar de religión.

Los niños me preguntan si Dios me ha hablado. Yo les digo que habla en el silencio. Yo sí que he sentido la voz de Dios. Que vino de una manera sorprendente. Soy muy racional y no creo en milagros de todo a cien. Pero lo que me pasó ...Me animo a contaros.

Yo estaba en un chat católico, y una tarde, una persona me llamó asesina, por ser vasca. Yo me ofusqué mucho y me dolió cantidad.
El caso es que al día siguiente iba a despedirme de Mikel porque me venía a Valencia. Llego allí y me dice: Oye, mira estas partituras a ver cómo son.
Subo a la iglesia, paso veloz por el altar y antes de llegar al órgano noto que alguien me habla. Miro al Cristo y noto cómo me dice: no pasa nada, estate tranquila. Frené en seco y asombrada le dije: ¡Ah! pues muchas gracias. Alucinaba yo en pepinillos.

Esa fue la gorda. Está claro que Dios habla cuando le da la santísima gana. Tampoco estoy yo para exigir.

Crisis, claro que las he tenido, las tengo y las tendré. Como buena persona hiper racional, a veces me entran los temores de que todo sea mentira, que todo es un cuento y demás. Al cura, le tengo aburridito con tanta milonga.

Me consuela que a Santa Teresa de Calcuta, también le vinieron estos temores. Yo en menos, mucho menos, no hay comparación. también lo siento. La famosa noche oscura que decía San Juan de la Cruz.

A trancas y barrancas sigo el camino. Podemos compararlo con el río que, a lo largo de su curso, da curvas, se encuentra con rocas, va lento, luego rápido, pero al final, encuentra el Mar.

Esta Semana Santa, la estoy viviendo en el ordenador, donde Les Valls tv pone las misas. Ayer fue mi primera celebración de viernes santo. He tenido que estar confinada par verla, ¡qué cosas!


Me he descargado la aplicación del Angelus. Todos los días, a las 12 suenan alegres la campanas, y yo rezo el Angelus, y padresnuestros variados por el Papa, por nosotros, por vosotros, y por ellos..
Primera foto: domingo de Ramos









Segunda foto : Jueves Santo





Domingo de Resurrección







Tengo un icono, que me regaló un ucraniano que tuvimos alojado, por Taizé. Y a El le cuento mis penas, mis alegrías y mis cosas varias.




A veces, me distraigo porque Guillermo Camarelles, le da por tocar la dulzaina. La dulzaina es un instrumento que suena fuerte. Y toca un rato largo.

En fin, que entre rezos y no rezos paso el día.

Tengo santos favoritos:
San Francisco de Asís: Me encanta su amor a la naturaleza y a todo lo creado. Me encanta su sencillez y su humildad
San Felipe Neri: Me encanta su sentido del humor, su gracia, y su humildad
Santa Teresa de Jesús: una mujer de armas tomar, y también con una gracia especial. Me encanta la frase de : Dios está en los fogones.
Don Bosco: Otro payaso de Dios. Un ejemplo genial de que se cazan más moscas con miel que con hiel.
Santa Teresa de Calcuta: Su mansedumbre, su humildad, su carisma. Un tesoro que, como casi todos, estaba envuelto en  pequeño envase
San Juan Pablo II: mi papa. El ejemplo en que tenemos que reflejarnos todos cuando lleguemos a ser ancianos. Era lo que le decía a mi suegra: Mira el Papa, anciano, soportando los achaques de la vejez con alegría y humor
Y claro que estoy aprendiendo muchas cosas

He aprendido que ser católico no es ser oscuro. Yo soy payasa, me encanta reír, y claro, no soy la clásica beatona de negro.
Ya habrá tiempo para la pena, que haberla, hayla. Pero no creo que la vida sea un valle de lágrimas, no señor.
La vida es el sol cuando nace, la lluvia cayendo sobre el asfalto, el viento, la nieve y todo lo bonito que hay en el mundo.
He aprendido que a mi no me  deprimen ni con salfuman. Como dijo el Papa:¡No tengáis miedo!. Cuando me llega la desesperación por la dilatación del confinamiento, me digo: ¡No tengáis miedo! y se me pasan los males


Por cierto, que otro trauma del que me he liberado: hablar de religión

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