El ser humano no está hecho para recordar el dolor. Menos mal, porque si no, nos habíamos quedado en Adán y Eva y Caín, jajajja.
Yo eso estaba pensando estos días.
Me gusta poco estar en la cama. Yo la uso para dormir y poco más. Pero para que yo me vaya a la cama por tener un dolor, tiene que ser dolor de aúpa. No recuerdo el dolor, pero sí el hecho de irme a la cama, cerrar los ojos y pensar a ver si me dormía y al día siguiente no dolía. Vana esperanza, como habéis podido ver. Pero es lo que había.
También es cierto que el dolor no dura siempre y que tras la tormenta viene la calma. Todo vuelve a ser plácido y normal hasta que vuelve lo siguiente.
A mi lo que me mantiene es mi sentido del humor. Me río de mi misma, lo primero y de muchas cosas, después. Es lo que me mantiene fresca y relajada. Un día sin reír es un día perdido.
Los griegos decían que la vida es un valle de lágrimas. Que el cuerpo era una cárcel para el alma, y que veníamos a padecer a este mundo.
La Iglesia aceptó esto, y los españoles lo extendimos a lo grande. Y todos de negro y llorones.
Más tarde, y para alivio de los que no estaban muy de acuerdo, se dijo que el cuerpo y el alma son simbióticos: si no cuidas el cuerpo, mal irá el alma. Así mucho mejor.
Pero el oscuro y el velo negro de la Contrareforma, con el Escorial y con todos los reyes y reinas de luto perpetuo, con la sobriedad de la época, nos duró. Y hay algunos que incluso hoy siguen de luto.
Dios no nos ha hecho para estar serios. La risa genera endorfinas, y no hay nada mejor.
Hay gente que cree que cuando te haces adulta ya no puedes jugar ni hacer bromas y tienes que estar todo el día muy ocupado en tus cosas de adulto. Algo parecido se critica en el Principito. Y yo estoy de acuerdo. Precisamente la edad, hace que ya no me avergüence de hacer el ganso. Y ahora hago más el ganso que nadie.
Me acuerdo que mi suegra nos criticaba porque decía que era una falta de respeto. Mi marido y yo no paramos de decirnos gansadas el uno al otro, y nos reímos mucho. No me ofendo porque me llame alguna chorrada. Yo le digo que tiene piel de guiri, de guiripollas, y él me dice que tengo el cráneo de neanderthal y la cara de acelga. Él me llama payasa y yo a él sosoman
.
Lo importante es que lo hacemos para jugar. Cuando hay que cuidarse el uno al otro, también lo hacemos. Y estos días, que estaba yo fastidiada, era él el que me hacía sonreír, gastándome bromitas, tratando de ver en mi cara un amago de sonrisa.
Yo creo que el humor es lo que hace que el mundo se mueva contento. La Tierra se ralentiza con los malos rollos.
El día es perfecto, ha salido el sol. Vamos a hacernos un favor: Mirar el día y sonreir
Yo eso estaba pensando estos días.
Me gusta poco estar en la cama. Yo la uso para dormir y poco más. Pero para que yo me vaya a la cama por tener un dolor, tiene que ser dolor de aúpa. No recuerdo el dolor, pero sí el hecho de irme a la cama, cerrar los ojos y pensar a ver si me dormía y al día siguiente no dolía. Vana esperanza, como habéis podido ver. Pero es lo que había.
También es cierto que el dolor no dura siempre y que tras la tormenta viene la calma. Todo vuelve a ser plácido y normal hasta que vuelve lo siguiente.
A mi lo que me mantiene es mi sentido del humor. Me río de mi misma, lo primero y de muchas cosas, después. Es lo que me mantiene fresca y relajada. Un día sin reír es un día perdido.
Los griegos decían que la vida es un valle de lágrimas. Que el cuerpo era una cárcel para el alma, y que veníamos a padecer a este mundo.
La Iglesia aceptó esto, y los españoles lo extendimos a lo grande. Y todos de negro y llorones.
Más tarde, y para alivio de los que no estaban muy de acuerdo, se dijo que el cuerpo y el alma son simbióticos: si no cuidas el cuerpo, mal irá el alma. Así mucho mejor.
Pero el oscuro y el velo negro de la Contrareforma, con el Escorial y con todos los reyes y reinas de luto perpetuo, con la sobriedad de la época, nos duró. Y hay algunos que incluso hoy siguen de luto.
Dios no nos ha hecho para estar serios. La risa genera endorfinas, y no hay nada mejor.
Hay gente que cree que cuando te haces adulta ya no puedes jugar ni hacer bromas y tienes que estar todo el día muy ocupado en tus cosas de adulto. Algo parecido se critica en el Principito. Y yo estoy de acuerdo. Precisamente la edad, hace que ya no me avergüence de hacer el ganso. Y ahora hago más el ganso que nadie.
Me acuerdo que mi suegra nos criticaba porque decía que era una falta de respeto. Mi marido y yo no paramos de decirnos gansadas el uno al otro, y nos reímos mucho. No me ofendo porque me llame alguna chorrada. Yo le digo que tiene piel de guiri, de guiripollas, y él me dice que tengo el cráneo de neanderthal y la cara de acelga. Él me llama payasa y yo a él sosoman
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Lo importante es que lo hacemos para jugar. Cuando hay que cuidarse el uno al otro, también lo hacemos. Y estos días, que estaba yo fastidiada, era él el que me hacía sonreír, gastándome bromitas, tratando de ver en mi cara un amago de sonrisa.
Yo creo que el humor es lo que hace que el mundo se mueva contento. La Tierra se ralentiza con los malos rollos.
El día es perfecto, ha salido el sol. Vamos a hacernos un favor: Mirar el día y sonreir
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