El día se presentaba estupendo, no hacía demasiado calor, y había una ligera niebla.
Llegamos, pagamos el euro por persona (barato) y nos dispusimos a caminar.
Yo había visto la ruta de los puentes y parecía sencilla. Mi ruta acababa en el último puente y media vuelta.
El entorno era fantástico, y las vistas espectaculares. Las hoces del Turia son una pasada, con barrancos que dejaban ver los colores de la roca, tallada por el curso del río.
Os explico que Hoz, o hoces, son los barrancos por donde se encaja un río
El camino, bien, con más arena que muchas playas de por aquí. Bromeábamos con Amparo, diciéndole que fuera cogiendo arena para ponerla en la playa de Almardá (que es donde tiene su casa de playa, y que es también donde la playa tiene piedras).
Antes de llegar a los puentes, había un chico de la organización vigilando el patio. Imagino que estaría por si había alguna emergencia tipo caída, o yuyus varios.
Llegamos al primer puente, el que está más elevado. Y lo primero que ves, son las tropecientas escaleras que hay que bajar (y que a la vuelta hay que subir, claro está).
Precioso, y mi gente moviéndo el puente para darle emoción al asunto. Pero para sacar foto en inestable equilibrio dio pie a que les llamara cosicas. ¡Estaros quieto, caramba!
Sigue el camino, con algunas piedras desgastadas que resbalaban. Yo con mi seguro que se llama Juan, que está por si culada corda.
Llegamos al siguiente puente, el que es más bajo, y pasó lo mismo. Mi gente (se dice el pecado pero no el pecador), dale que te pego al meneíto del puente.
Una cosa que nos asombró fue ver a los escaladores. Y en mitad de la pared de roca, se veía algo rojo y era una persona trepando por ahí.
Me gusta mucho la escalada.
Llegamos al último puente que no es colgante sino una pasarela. El río llamaba diciendo: frescor.
Y he ahí que no dimos la vuelta, no, seguimos pateando hasta el embalse de Loriguilla.
Os cuento que estos puentes, originalmente eran para los trabajadores que hicieron la presa. Para atajar.
Duraron los puentes hasta que una riada se los llevó. Y entonces construyeron los que véis, que ya son para turismo.
El embalse, precioso, y todo muy bonito. Yo seguían pensando en las escaleras.
La vuelta, pues me resultó corta, hasta llegar hasta las p. escaleras. Y (me han dicho que no lo cuente, pero lo cuento), llegó un momento en que mis cerebro reptiliano decía que parara. Y mi cerebro racional, que no. Vamos, que me dio una pájara de padre y muy señor mío. He leído las causas. Pero básicamente, se juntó un sobreesfuerzo, un calor sofocante y deshidratación. No habíamos llevado suficiente bebida. Y que a mi, las escaleras, son la perdición de mi ego.
Le dije a mi marido: me encuentro mal, vamos frenando. Pero no me paré. Casi reptando por las escaleras (y encima había cola por la gente que venía) llegué arriba. Creía que me daba algo, con unas ganas de llorar de aúpa. Pero soy dura. Y a los 8 minutos, se me pasó, y seguí caminando. Cansada pero seguí.
La que iba divinamente era Amparo, una artista. Tan chulamente, con sus ventiladores (será por eso)
Cuando por fin llegamos al inicio, esperamos al resto de la gente. Y fuimos al coche. Curiosamente tenía ganas de ir al baño. Y lo clásico, detrás de un coche. Y veo luego a Rafa que me enseña una botella de Nestea. Y como un náufrago cuando ve un barco, allí me lancé. Y porque sabía que no había más botella, que si no, me pimplo la botella entera. Ché qué calor.
Definitivamente somos unos campeones: nos hemos hecho 15 kilómetros en pleno Julio. Con dos narices: viva los cincuentones, jajajaj
Llegó la hora de comer. Y ahí yo puse mi granito de arena. Había visto en internet que había un sitio que se llamaba El Pelma. Puse el google mapa, y llegamos. El sitio era muy bonito. Y lo mismo pensaron las moscas que estaban encantadas. Gajes del verano.
Sacamos viandas: Yo una ensalada de pasta. Mi amiga Ade, otra de las ensaladas que tanto gustan a Rafa. Amparo, unas pizzas. Ade, trajo una tortilla envasada y guarradas de picar, y jamón. Amparo unas aceitunas.
Para el postre, yo saqué mi tarta. Y Ade llevaba sandía y granizado de café.
Las vistas desde el merendero también eran preciosas.
Desde que inicié el blog, hace ya tiempo, estoy empeñada en enseñaros que la Comunidad valenciana no es sólo playa. El interior es precioso
Un buen día, en que me quedo con todo menos con la pájara. Pero hasta me alegro de haberla tenido y haberla superado.
En Agosto, hemos quedado para otro pateo más ligth en Viver. Nos vemos en Pateolandia en Agosto.
Y ahora las fotos. Las pongo todas, y así mi gente las puede descargar
Los puentes
paisajes preciosos
autofoto
También había abrigos rocosos. Y se agradecía la sombra
La presa
Una preciosidad, la presa. Y familia que va colorada, siempre va amada.
Amparo y Toni
Desde la presa, una de las vistas
De vuelta en el puente bajo. En el de las escaleras, no me daba el fuelle para sacar fotos
Estas son las escaleras menores. En el otro lado vienen las gordas
Las vistas desde el Pelma, preciosas. Y la tarta riquísima
El lugar, precioso, porque había sombra
Mi hijo Rafa con aire de estar hasta las narices de las fotos. La mami pesada
Una vez recuperadas fuerzas, al ataque los pateadores.
Luego, nos fuimos a Liria a tomarnos un café.
Empezaba a llover
Llegamos a casa, y tormenta. Y la famosa ducha que cayó como agua de Mayo.
Sigue lloviendo, y sacamos al perro, que por fin, ya no tiene diarrea. Las medicinas que le estamos dando (fui a la veterinaria el sábado) han hecho efecto.
Hoy tengo ensayo, bufff. Estoy contenta pero cansada
Nos vemos el 5 de Agosto.
Besitos calurosos
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