La excusa es que queríamos comprar unos cuchillos cerámicos y unos utensilios de cocina que no rallaran las sartenes.
El tráfico intenso y llegamos. Este panel de sillas nos dio la bienvenida.
Esta es la zona de niños, con cunas y cosicas chulas
Se han modernizado. En Murcia, las flechas estaban pintadas. Aquí son hologramas. Más chulo
Camas y gente con el niqhab y el yihad y la madre que parió a peneque. Ellas, tapadas, ellos, occidentales los jóvenes y con túnica el padre. Me enciende la sangre, de verdad.
Seguimos de paseo, e inmensos pasillos con múltiples cosas.
Nosotros, habíamos añadido una fuente de horno y unas tijeras a la compra.
Lo malo es que dentro, no hay sitio para sentarse y bien que te lo indican. Una vez pagas, ya sí puedes, pero para entonces tienes los pies hechos fosfatina.
La zona de descanso, que ignorábamos que fuera, porque es mobiliario de Ikea. Pero preguntamos, y allí fuimos
Momento quitar mascarilla un poco, que agobia mucho. A ver cuándo podemos librarnos de ellas.
Idem para mi, pero como se ve, siempre hemos llevado la asquerosa mascarilla, que odio profundamente.
Lo malo es que dentro, no hay sitio para sentarse y bien que te lo indican. Una vez pagas, ya sí puedes, pero para entonces tienes los pies hechos fosfatina.
La zona de descanso, que ignorábamos que fuera, porque es mobiliario de Ikea. Pero preguntamos, y allí fuimos
Momento quitar mascarilla un poco, que agobia mucho. A ver cuándo podemos librarnos de ellas.
Idem para mi, pero como se ve, siempre hemos llevado la asquerosa mascarilla, que odio profundamente.
Ahora que ya salimos sin ella, cuando te obligan a ponértela es una porra porrera.
Las vistas, del inmenso aparcamiento exterior en el centro comercial.
Día con calima y no demasiado calor, cosa que se agradecía.
Vuelta para adentro y a hacer el ganso con la lámpara.
Llegó la hora de comer y había una cola potente. Pedimos plato del día: carrilleras al vino tinto con puré de patatas.
Estaban las carrilleras de lujo total, se deshacían en la boca. Yo me pedí una cerveza y Juan un agua.
Sabrosas, jugosas y baratas. Lo mejor del Ikea, todo hay que decirlo.
Las vistas, del inmenso aparcamiento exterior en el centro comercial.
Día con calima y no demasiado calor, cosa que se agradecía.
Vuelta para adentro y a hacer el ganso con la lámpara.
Llegó la hora de comer y había una cola potente. Pedimos plato del día: carrilleras al vino tinto con puré de patatas.
Estaban las carrilleras de lujo total, se deshacían en la boca. Yo me pedí una cerveza y Juan un agua.
Sabrosas, jugosas y baratas. Lo mejor del Ikea, todo hay que decirlo.
Nos tomamos un café, que es gratis, y a casita. De nuevo tráfico intenso, y la conducción experta de mi marido consiguió que yo me echara alguna cabezadita. Juan es el mejor conductor del mundo mundial.
Llegamos a casa, la perra nos recibió a bote perdido, y nosotros, a lavarnos los dientes, y a echar una siesta gorda.
Mañana, otro día más y a seguir currando
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