Ante todo, he de decir que no soy muy futbolera. Básicamente, porque con tanto fútbol, acabo empachada. Ya se sabe, que lo poco agrada y lo mucho enfada.
De hecho, estoy por poner un altarcito al profe de gimnasia del cole de mi hijo, Jose Alberto, que propone muchas actividades entre las que no está el fútbol
. Olé por él
Pero he de reconocer que esta Selección nos está dando las poquitas alegrías que aún nos da esta España nuestra, tan proclive a ser negativa, y a negarnos el pan y la sal.
Siempre estarán los cenizos que digan, que, con la que está cayendo, esto es excesivo. Pues no, a nadie le amarga un dulce.
Lo que tiene el fútbol, es que, de pronto, todos somos españoles, nos sentimos orgullosos de serlo, vamos con las banderas por ahí, pintados de rojo y amarillo. Estas cosas que antes nos parecían cosa de los guiris. Y cantamos lo que haya que cantar, ya que nuestro himno no tiene letra, hasta los gallegos se saben la de Manolo Escobar ¡qué viva España!, y nos ponemos todos la mar de contentos.
Yo no vi el partido ayer, porque prefiero los documentales, y la verdad mi hijo Rafa se mueve más que una manada de ladillas. Y claro, yo, que soy del gremio pacífico, me pone muy nerviosa. Y ya que no quiero aguarle la fiesta, mi marido y él estuvieron en plan hombres, viendo el fútbol. Bueno: mi marido al final acabó hartito y alguna cosa fuera de tono ya le dijo. Ya se sabe, los nervios.
Yo me asomaba a los goles. De hecho, se puede perfectamente seguir los partidos, por los berridos del vecindario. Por ejemplo: el miércoles, me sentaron a cuernos los boquerones, y me pasé el partido en la cama, con un ardor de estómago de la pera. Pues no importa. me enteré de cine de los dimes y diretes del partido.
Ayer, cuando había gol, asomaba la cabeza y lo veía. Disfrute doble, porque estaba viendo unos docus sobre el cerebro superchulos (os lo recomiendo, se pueden ver online y se llaman: Pon a prueba tu cerebro).
Ya en el minuto 70 o así, acabados los documentales, me fui al comedor, y me senté. Pero ya todo estaba tranquilo, porque con 10 la cosa estaba más o menos cantada.
Me encanta oir los pitidos de los coches pasando por mi calle, los gritos, el postpartido, donde todos están la mar de contentos (Del Bosque, parece que no mucho, pero seguro que sí, jejej)
Por cierto, respecto a Carbonero. En este país ser guapa y competente, genera muchas envidias. Si se equivoca la Carbonero, le ponen verde. Si llega a ser un hombre, nada de nada. Nada, mucho machismo y mucha envidia.
En fin, que somos champiñones, y, que, por una noche, nos hemos olvidado de la crisis, del incendio, de los políticos y de los bancos. Somos champiñones, oé, oé, y más oé.
De hecho, estoy por poner un altarcito al profe de gimnasia del cole de mi hijo, Jose Alberto, que propone muchas actividades entre las que no está el fútbol
. Olé por él
Pero he de reconocer que esta Selección nos está dando las poquitas alegrías que aún nos da esta España nuestra, tan proclive a ser negativa, y a negarnos el pan y la sal.
Siempre estarán los cenizos que digan, que, con la que está cayendo, esto es excesivo. Pues no, a nadie le amarga un dulce.
Lo que tiene el fútbol, es que, de pronto, todos somos españoles, nos sentimos orgullosos de serlo, vamos con las banderas por ahí, pintados de rojo y amarillo. Estas cosas que antes nos parecían cosa de los guiris. Y cantamos lo que haya que cantar, ya que nuestro himno no tiene letra, hasta los gallegos se saben la de Manolo Escobar ¡qué viva España!, y nos ponemos todos la mar de contentos.
Yo no vi el partido ayer, porque prefiero los documentales, y la verdad mi hijo Rafa se mueve más que una manada de ladillas. Y claro, yo, que soy del gremio pacífico, me pone muy nerviosa. Y ya que no quiero aguarle la fiesta, mi marido y él estuvieron en plan hombres, viendo el fútbol. Bueno: mi marido al final acabó hartito y alguna cosa fuera de tono ya le dijo. Ya se sabe, los nervios.
Yo me asomaba a los goles. De hecho, se puede perfectamente seguir los partidos, por los berridos del vecindario. Por ejemplo: el miércoles, me sentaron a cuernos los boquerones, y me pasé el partido en la cama, con un ardor de estómago de la pera. Pues no importa. me enteré de cine de los dimes y diretes del partido.
Ayer, cuando había gol, asomaba la cabeza y lo veía. Disfrute doble, porque estaba viendo unos docus sobre el cerebro superchulos (os lo recomiendo, se pueden ver online y se llaman: Pon a prueba tu cerebro).
Ya en el minuto 70 o así, acabados los documentales, me fui al comedor, y me senté. Pero ya todo estaba tranquilo, porque con 10 la cosa estaba más o menos cantada.
Me encanta oir los pitidos de los coches pasando por mi calle, los gritos, el postpartido, donde todos están la mar de contentos (Del Bosque, parece que no mucho, pero seguro que sí, jejej)
Por cierto, respecto a Carbonero. En este país ser guapa y competente, genera muchas envidias. Si se equivoca la Carbonero, le ponen verde. Si llega a ser un hombre, nada de nada. Nada, mucho machismo y mucha envidia.
En fin, que somos champiñones, y, que, por una noche, nos hemos olvidado de la crisis, del incendio, de los políticos y de los bancos. Somos champiñones, oé, oé, y más oé.
2 comentarios:
¡Champiñooones! Me alegro un montón, no solo por ser futbolera y sufrir cada uno de los minutos que juega mi equipo (¡hasta los penalties!) sino porque, como dices, de repente brotan las banderas y se esfuman los complejos. Ves a los niños tan ilusionados, con sus camisetas, y a los abuelos, que parece que aún no se lo creen, con sus ojos brillantes de emoción contenida... Y por un día, se dejan atrás los problemas (que son muchos) y se disfruta. ¿No es maravilloso? Desde anoche tengo una sonrisa de oreja a oreja, no lo puedo evitar. :-)
Un beso.
Pues si. Y ver a mi marido tan feliz, y lo primero que hace es mirar las noticias en el Google, como un niño esperando los Reyes Magos.
Y cuando ve un comentario desagradable dice ¡que se chinchen!
Y ya está. En el fondo, como decía Jesús, todos tenemos que ser como niños.
Debe de ser por eso que yo no me corto a la hora de hacer el payaso, jejejejeje.
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