El mundo en mis manos

Nuestra filosofía de vida, a través de este hermoso texto

La vida es un instante que pasa y no vuelve. Comienza con un fresco amanecer; y como un atardecer sereno se nos va. De nosotros depende que el sol de nuestra vida, cuando se despida del cielo llamado “historia”, coloree con hermosos colores su despedida. Colores que sean los recuerdos bonitos que guarden de nosotros las personas que vivieron a nuestro lado.

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martes, 14 de abril de 2020

mis aficiones 5: cocinar


Hoy os cuento esto del bello arte de dar de comer. Yo no sabía que cocinaba tan bien, pensaba que era para engordar barrigas y panzas.

En mi casa, siempre cocinó mi abuela. Luego mi hermana mayor, y cuando ésta se casó, me tocó a mi. Mi madre no cocinaba.

Me di cuenta de que lo hacía bien cuando los amigos de  mis hermanos se apuntaban a comer. Pero no sabía si lo decían por hacerme la pelota, por estar un rato en familia o por qué.

El caso es que me casé, y mi suegra me preguntaba que qué había hecho para comer. Tenía miedo de que envenenara a su lindo hijito.

Mi marido se asombró. El saber cocinar no venía en el libro de matrimonio. Era un bien apreciado, por lo que noté.


Y mi suegra, una vez visto que no cocinaba mal, se apuntaba a comer frecuentemente. Eso sí: teníamos que poner el salero. A mi no me gusta echarle demasiada sal a las cosas. Siempre, si está soso, tiene remedio. Si está salado, ya no lo tiene.

Mi marido, no estaba acostumbrado a la verdura, a las ensaladas, a la comida sana, sin fritos. Un día me pregunta ¿Qué es eso verde? Y yo le digo: pimientos, jajajaj
Poco a poco le introduje en el mundo verdura, haciendo los pimientos pequeñitos, camuflando las cosas. Y mi suegra celosilla le decía : Tú esto no te lo comías en casa . Y mi marido, para arreglarlo, decía: Es que Maricarmen lo hace de otra manera.
La otra manera es añadir chicha a las cosas sosainas. Un puré de verduras a pelo...no apetece. Si le pones sal de jamón, mejora mucho.
Mi marido me dijo, que desde que se casó conmigo, la piel se le puso más suave. Es lo que tiene no tirar de fritos al mogollón.

Las ensaladas son mi pasión. Y un día, en un pans, me dice mi suegra: Tú comes ensalada porque te gusta, ¿no? No le entraba en la cabeza que yo comiera de motu propio ensalada.
Me encantan: con pescado, con pollo, con lomo, con lo que sea. Obviamente si quiero hacer un plato único, le tengo que añadir chicha. Que la verdura sin chicha, acaba rápido en los pies, y te quedas con hambre.

Hace unos años, me apeteció entrar en el mundo de los brioches: Y aquí entran los roscones de reyes, los bollos suizos y los panquemaos o prims. Son masas entre el pan y el bizcocho y me encanta. La  levadura de panadería, cuando fermenta, huele de campeonato. Y esto de que tienes la masa hecha, y cuando añades la grasa, se te desmonta, y vuelves y dale y al final te queda precioso.

Y cuando leuda, o sea, cuando sube, es un espectáculo. Son masas vivas.

Os cuento que cuando vino mi hijo a la familia, tuve que emplearme a fondo en el tema pescado. No le gustaba  ninguno, así que tuve que apañármelas haciendo jeribeques para que entrara el pescado en la dieta. No tuve un éxito arrollador. Rafa se lo comía porque no le quedaba otra, pero no le gustaba nada.

Algo aprendí: a hacer muchos platos diferentes de pescado.

Yo soy partidaria de la dieta mediterránea. Comer de todo, mayormente vegetales y pescado, y aceite de oliva.
Los guisos tradicionales los de toda la vida, son los que más me gustan.

También todos los arroces. Aquí hay
 sitios que por cuatro duros, te dan paellas de escándalo. Pero también me gusta el arroz negro, el arroz a banda, el arroz caldoso, el arroz al horno (este último no lo como casi, porque me sienta fatal al estómago). También he hecho arroz criollo, arroz con champis y pollo, arroz con verdura...






Los hojaldres rellenos de lo que sea, están buenísimos












Y la repostería, me encanta hacerla, pero no comérmela. Soy muy poco golosa. Poquitas cosas me chiflan, y como es poca la chifladura, normalmente dejo el dulce para mi marido y mi hijo, que la disfrutan cantidad.
No me gusta el chocolate. Bicho raro soy.
Pero sí los bombones de chocolate con leche.

Ocurre, que tengo el estómago muy delicado, y no apto para comilonas. Así que tampoco me puedo permitir muchas cosas.
La grasa, aparte de sentarme mal, la odio. Las comidas grasientas, me dan asco.
La sal a cascoporro, tampoco me va nada. Yo prefiero las comidas al vapor, con poca sal, que sepan a lo que son. La verdura al vapor es estupenda. El pescado al vapor tiene un sabor de la pera. Y no es necesario usar demasiado el salero.

Tengo imaginación, y como no sé dibujar ni muchas otras cosas en las que plasmar mi cabeza loca, pues lo plasmo en la cocina. Muchas veces me dice mi marido o mi hijo: ¿Esto cómo se llama? Y yo: no tiene nombre. Me lo he inventado.
Muchas veces es para evitar algo que me sienta mal. Lo substituyo y queda mejor.
El tomate frito en las empanadas....uhmmm....repite y mal. Hago una velouté y ya está. Más suave y más rico.

Yo a eso le llamo apaños. Es lo que mejor se me da.
Tengo un libro : Donosti Pintxo a Pintxo, y cuando llega Navidad, se lo doy a mi marido y a mi hijo, para que elijan los que quieren que ponga

Ahora sé que se da bien la cocina. Sobretodo cuando cuando estaba en Colombia recibí un mensaje de un restaurante de Ondárroa que me pidió si podía copiar mis recetas. Yo me quedé boquiabierta, ojiplática, y le dije que sí, por supuesto.

El ser pobre también colabora. No tengo dinero para cosas lujosas, que no necesitan grandes elaboraciones. Así que, tiro de imaginación y mi familia come de Reyes, Reinas y ministros.

Y como, con el coronavirus, tampoco va a variar mi situación de pobre, pues seguiremos igual, dando caña, y comiendo bien

1 comentario:

www.mcarmenfaura.blogspot.com dijo...

Por supuesto, me encanta el bacalao, cosa que a mi marido y a mi hijo (lo de mi hijo es normal, no le gusta ningún pescado) no. Y por eso no lo hago tantas veces como quiero. Al igual que los chipis en su tinta, que me chiflan