Ayer, como todos los meses hicimos la excursión programada. La sorpresa es que, al salir nos dijeron que antes de ir a Viver (lo planeado) iríamos a Jérica.
Yo tenía muchas ganas de ir a este sitio, con su campanario que se ve a kilómetros desde la autovía.
Pero primero, Juanra, nos llevó a las trincheras.
Debo de reconocer una cosa: me persiguen las escaleras.
Y otra: hay gente que va en chanclas a todos los sitios y gente que no. Yo soy del segundo grupo.
Pero como no me dijeron nada, me fui con los zuecos de Frank de la Jungla, a subir escalones por la montaña.
Para mi sorpresa, no resbalé nada y aguantaron como unos cosacos.
Eso sí: me llevé parte del monte en mis pies.
El sitio, muy bonito, muy bien habilitado para que cualquiera pueda subir.
Mi marido, también iba en sandalias, y alguna piedra le hizo pupita.
Mi amiga Ade y su marido, seguían por el camino de las trincheras
Por este camino, se veían las habitaciones donde se refugiaba la gente de las trincheras. No llevábamos linterna, y no se nos ocurrió usar la del teléfono móvil
Mis aguerridos soldados dispuestos para la lucha
Después de la visita a las trincheras, fuimos al coche, me cambié de calzado y almorzamos.
Y nuestro guía Juanra, nos llevó por un camino precioso que va al lado del río y que los de Jérica han acondicionado de lujo total.
Un paseo precioso, a la fresca, con unas imágenes que se quedan en la retina, como esta cascada, desde donde los chicos del pueblo se tiran sin problemas.
También había gente escalando.
Total, que esto es igual que en Chulilla, pero en paquete pequeño y más accesible: agua, puentes, y escaladores.
El camino, seguía dando fotos preciosas.
Llegó el momento en que debíamos empezar a subir al campanario
El sol, en esta zona pegaba ya fuerte. El campanario es mudéjar: o sea, de estilo musulmán converso.
Una bonita foto, que ni los Beattles con su paso de cebra.
Jérica es un lugar precioso que recomiendo vivamente.
Una temperatura excelente, un pueblo precioso, de postal, lleno de callejones repletos de colorido.
Llegamos a Viver, y había bastante gente, y eso que era día de diario.
En el merendero, este cartel tan curioso que prohibía hacer caca. Lo tuvimos en cuenta.
Nos cambiamos y nos fuimos al agua.
No tengo fotos, pero os lo describo.
Una poza que, en su máxima profundidad anda por el metro cincuenta.
Helada, helada y muy helada. Prístina, prístina y muy prístina.
Yo, que soy del gremio friolera, entré con sumo cuidado. Y entre que me meto y me congelo, tardé lo mío en ponerme a nadar.
Con los zuecos, claro, que el suelo está lleno de cantos rodados.
El cuerpo, se acostumbra, pero los pies no. Y al cabo de media hora, estábamos hartos de tener los pies helados y salimos del agua.
Ni mi marido ni mi hijo se bañaron. Mi marido, por no llevar calzado adecuado. mi hijo por la mierda de la adolescencia que dice que no quiere bañarse
Nos hicimos la foto juntos. Esta vez no han venido ni Amparo ni Toni. Una lástima
Justo al lado del merendero había unas cuevas prehistóricas. En esta foto, veis que el merendero está abajo. A las cuevas se sube por peldaños (otra vez escaleras, me persiguen)
El sitio, muy curioso y muy chulo. Lleva ocupado desde la Edad del Bronce. Dicen que hay pinturas, pero nosotros no las vimos
Las cuevas, como veis, muy accesibles, e ideales.
Fuimos mi marido y yo, porque los otros tres, estaban jugando al dominó.
Mis zuecos que seguían comportándose como unos campeones.
El recorrido no era difícil, ideal para ir después de comer a bajar la pitanza
Está muy erosionado. O sea, que el paisaje está transformado tanto por la mano del hombre, como por la erosión natural.
Hay un arroyo cercano
En las cuevas, había restos de fuego. Veis la zona negra.
Mi marido, que estaba muy guapo, posando con estas oquedades, que parecen una cara.
Luego, estuvimos buscando un buen rato la villa romana de Viver. Después de 5 intentos, lo dejamos.
Al llegar a casa, mi hijo se dio cuenta de que estaba quemada.
¿Vosotros sabéis que cuando se quema un guiso, cuando lo oléis ya está quemado sin remedio?
Pues lo mismo me pasó a mi. No me di cuenta de que me había quemado, hasta que me quemé pero a base de bien.
Pero, bueno, pecata minuta. Me lo pasé en grande. Me apunto esta excursión para cuando venga mi hermano Patxi. Una pasada de bonito. Pero mi hermano viene en Semana Santa. Y no sé yo si el agua estará en condiciones. A estas alturas del verano, el agua estaba helada. En Semana Santa.....ya veremos
Saludos cariñosos y gracias por los comentarios
El mundo en mis manos
Nuestra filosofía de vida, a través de este hermoso texto
La vida es un instante que pasa y no vuelve. Comienza con un fresco amanecer; y como un atardecer sereno se nos va. De nosotros depende que el sol de nuestra vida, cuando se despida del cielo llamado “historia”, coloree con hermosos colores su despedida. Colores que sean los recuerdos bonitos que guarden de nosotros las personas que vivieron a nuestro lado.
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