En estas fiestas, a pesar de bicho chino, el alcohol ha corrido a raudales.
El alcohol es socialmente permitido, y se hacen bromas al respecto. De hecho, hay muchísimos sinónimos de borrachera y de borracho. Las anoto:
Borrachera: embriaguez, ebriedad, melopea, pedo, pítima, castaña, cogorza,
chispa, papalina, tajada, moña, llorona, tranca, tablón curda, mamada, melopea, merluza, mierda, mona, moña, tajada, tea, toña, mona, juma, jumera, pedal, cuelgue, zamacuco.
Borracho: ebrio, embriagado, bebido, beodo, alcoholizado, mamado, achispado, amonado, ajumado, ahumado, calamocano, dipsómano, alumbrado, curda, mona, colgado, pedo.
En Euskadi, de donde yo vengo, el beber es un acto social. Te vas de poteo. Yo misma lo he hecho. No voy a negar que, a veces he llegado a casa con demasiado alcohol en sangre. La resaca del día siguiente me lo hacía recordar. Son consecuencias de no medir lo que se bebe. Se está con amigos de bar en bar, y para cuando te das cuenta de que te has pasado, es demasiado tarde.
No es de las cosas de las que esté yo muy orgullosa. Porque es eso: en España se cantan las borracheras, se recuerdan con cariño y se elogian. Normalmente el género masculino, aunque las féminas nos estamos apuntando a tal nefasta costumbre.
Mi padre era el clásico poteador, que llegaba a casa con más o menos ganas de música. Fuera era la alegría de la huerta; dentro, nada de nada. Buscaba la menor ocasión para montar una bronca.
Y qué ocasiones tan bonitas eran las Navidades. Ideales para buscar bronca. Por cualquier fruslería: había demasiada comida, en la tele hacían porno (para él hasta caperucita Roja era porno) o cualquier estupidez. Mejor era no contestar, porque no se solucionaba nada y se alargaba el sermón. Lo mejor era esperar a que se fuera a la cama y continuar nosotros la fiesta de turno.
No soy especial: El alcohol es un depresor y un estimulador del sistema nervioso: O sea, que o bien te pega la llorera o bien la alegría. Llorera, agresividad. Alegría, risa incontrolada.
En algunos casos, como mi padre, en la calle estaba eufórico. En casa le pegaba la parte 2 del alcohol: el pagar las frustraciones con la familia.
Y nadie decía nada, estaba aceptado totalmente. Y yo alucinaba en todos los colores del arco iris.
Como decía Mafalda: ¡Cómo han cambiado los tiempos, y qué poco las intenciones!
Cierto, la cultura del alcohol, se ha mantenido intacta. Y ahora los jóvenes de van de botellón para apuntalar esta cultura.
Y claro, el alcohol hace que se minimicen los riesgos. Está claro: después de días de fiesta sin mascarilla y con alcohol, llegan los días de mayores contagios.
En mi pueblo, ha pasado lo mismo. Iba yo a misa a eso de las cinco y media de la tarde y había un ruido de juerga en la plaza del ayuntamiento, al lado del Musical. Al volver de misa, a eso de las 7 de la tarde, el jolgorio había ido en aumento. Estaban celebrando la tardevieja. Como los bares se cerraban a las doce, hecha la ley, hecha la trampa. Y ¡ala! a celebrar. Y a las once, traca. Estupendo, de verdad
Según me han contado, en otros bares de mi pueblo ha pasado lo mismo que en el Musical. Pero no son fuentes de primera mano, sino de segunda. Yo opino de lo que he visto. Y lo que he visto era un dislate, un, vive deprisa, corre mucho y serás un bonito cadáver. Lo malo es que los que realmente mueren son los mayores. Y este virus se ha cebado con ellos.
Pero, claro, que les quiten lo bailado. Eso piensan ellos. Egoísmo puro y duro, porque no piensan en los demás. Los que no bebemos y sólo queremos vivir tranquilos, tomarnos un café en un bar, respirar y ser felices sin substancias euforizantes en el cerebro.
Pues eso, esto es el suma y sigue de una España en la que unos pocos no se han enterado de la fiesta y siguen en sus mundos de Yupi, y el que venga atrás que arree.
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